viernes, 21 de febrero de 2014

Para qué han servido los libros

"Aunque es imposible prever las consecuencias concretas de la vuelta a la analfabetización masiva en nuestra cultura, sí puede decirse que será una cultura menos inteligente, menos profunda, con menor capacidad para solucionar sus problemas y para progresar. La sociedad y la cultura que se avecina será probablemente la de los analfabetos digitalizados, humanos dotados de cerebros con una configuración muy primitiva, con una muy mermada capacidad de pensamiento abstracto y conceptual y que, sin embargo, vivirán rodeados de dispositivos audiovisuales y de herramientas informáticas muy potentes y avanzadas."



Ficha: "Para qué han servido los libros", autor Ignacio Domingo Baguer, editorial Prensas de la Universidad de Zaragoza, 332 páginas, ISBN: 978 8415 7702 51

    De vez en cuando me encuentro en mis exploraciones por la biblioteca Regional, que frecuento varias veces por semana, con libros que no es que capten mi atención hasta el punto de tomarlos en préstamo... sino que también termino leyéndolos con verdadero gusto y lamentar el que no formen parte de mi colección, ya demasiado extensa me temo. Es un verdadero despropósito y una paradoja el leer libros en préstamo, y en ocasiones también descargarlos de Internet de todas las formas posibles, cuando se amontonan en mis estanterías muchos adquiridos y todavía sin leer... pero me temo que será algo que le pasará a la gran mayoría de los lectores, el fanatismo lector creo que siempre va acompañado de compras compulsivas y gustos caprichosos, falta de lógica y sentido común, al menos así es en mi caso. Hay pocos libros leídos por mí en estos dos últimos años que me hayan dejado una impresión tan favorable como este, y desde luego deja en mantillas a muchos que crían polvo en mi biblioteca. Por eso no podré evitar devolverlo con cierta pena, algo que desde luego no puedo decir de muchos otros.

    El presente ensayo está escrito por Ignacio Domingo Baguer, en la solapa podemos leer que ejerce como profesor en la Universidad de Zaragoza donde imparte clases del master avanzado en Humanidades. El autor relata en su nota de agradecimientos en el comienzo del libro, como la idea de su escritura surgió en los debates que mantenía con sus alumnos de la licenciatura de Humanidades sobre la necesidad, y la utilidad de los estudios de letras en la sociedad actual... por desgracia esos debates terminaron desapareciendo, ya que de curso en curso el número de alumnos disminuía sin cesar hasta que un año la Universidad de Zaragoza tuvo que clausurar esos estudios de Humanidades. 


La importancia del libro y su historia.

    Es importante el detalle, el presente libro se convierte así en una especie de homenaje del autor al papel que han desempeñado los libros en el desarrollo de la cultura humana, en todas las civilizaciones y todas las épocas desde la invención de la escritura, ahora que parece que la utilidad de los mismos está en entredicho sobre todo por la llamada "sociedad de la información" que ha propiciado Internet. 

     La presente obra es mitad ensayo de divulgación sobre la historia de los libros, mitad alegato en defensa de los mismos. Esta defensa hubiera sido completamente inútil e impensable hace cinco o seis décadas... la llegada de los medios de comunicación audiovisual, cine, radio y sobre todo la televisión, constituyó en un primer momento todo un desafío al mundo del libro que no pasó de ser una anécdota, ya que ninguno de estos medios pudo sustituir ni pretender reemplazar a la cultura de la letra impresa. No obstante las cosas han cambiado radicalmente con el surgimiento de Internet y el acceso masivo a la información a través de la red de redes. La presencia en la vida cotidiana de los contenidos en formato de hipertexto, la telefonía móvil con conexión a Internet, la facilidad del acceso gratuito e indiscriminado a todo un océano de datos donde no se sigue apenas criterio alguno de ordenación y debe ser el propio usuario el encargado de discriminar, con mayor o menor fortuna, lo irrelevante de lo valioso, han provocado ya un cambio acelerado de paradigma en el que el libro en su formato tradicional está perdiendo terreno y lleva un aparente camino de extinción... 

    El ensayo no es muy extenso, pero es tan denso y abunda tanto en datos que se termina convirtiendo en todo un viaje por la historia del libro y sobre todo de lo que supuso su invención y uso masivo en relación con el pensamiento humano, de ahí que se trate en varias ocasiones en el texto el tema de la diferencia entre las culturas y tradiciones completamente orales y aquellas donde ya existe la palabra escrita. Aunque hay referencias a diversas culturas es en la cultura occidental donde se centra principalmente el autor, veremos el inicio de la cultura escrita en la antigua Grecia, su adopción, perfeccionamiento y difusión por parte de Roma, la historia de los distintos soportes físicos de la escritura, desde las tablillas de arcilla y los grabados en piedra hasta los libros digitales actuales... pasando naturalmente por los rollos de papiro, los códices de pergamino, los de papel y naturalmente la gran invención de la imprenta. Seremos testigos de las vicisitudes de la palabra escrita, de sus avances y también por desgracia de sus retrocesos, épocas luminosas y gloriosas del saber humano y épocas oscuras, la catalogación casi al azar y la organización de las grandes bibliotecas de la historia, sistemas de organización de la información, problemas con los soportes físicos y la pretendida inmortalidad que quieren otorgarles los sistemas de digitalización... con la problemática y los riesgos que conlleva. En definitiva el libro como objeto físico, en perpetua evolución, y el entorno cultural y social que le rodea, es uno de los grandes temas del libro.

El cerebro lector y su futuro incierto.

    A pesar de su amenidad, el rigor y la forma hábil de repartirla a lo largo del ensayo en función del tema que se trata, la historia de los libros no es para mí el tema principal de este libro, aunque sea inevitable su relato para subrayar la importancia de ese maravilloso invento que es el libro, sin género de dudas el más importante de todos los que ha llevado a cabo el ser humano. El tema principal es el ya señalado anteriormente, la forma en la que el libro y la cultura a él asociada ha moldeado el pensamiento humano, dotándole de una complejidad y profundidad que nunca se hubiese podido alcanzar a través de ningún medio dependiente de la pura "oralidad". Porque precisamente, de la "oralidad" es de lo que dependen los tan alabados medios audiovisuales, supuestamente más avanzados que la letra escrita, pero que como bien demuestra el autor, resultan más pobres en contenido, más superficiales y mucho más primitivos. Está claro que las artes audiovisuales poseen gran impacto en el espectador y son muy valiosas por sí mismas... pero resultan un mal sustituto de la palabra escrita. Ningún documental sobre la naturaleza, por ejemplo, por bello e impactante que resulte, podrá contener en sí mismo toda la riqueza de información y la complejidad de un buen libro sobre el mismo tema, nunca podrá promover el pensamiento de quien lo visualiza de la misma forma que estimula el pensamiento del lector, aunque pueda poseer un impacto emocional mayor... y aún así, porque también un buen libro es capaz de pulsar los resortes emocionales y además siempre constituye y constituirá un estímulo intelectual mucho mayor.

"Mientras que en las culturas orales el significado de lo que se habla es manifiesto y existe poco margen para la discusión de conceptos cuyo significado no sea evidente o no pueda ser aclarado por los hablantes inmediatamente, las culturas escritas permiten la reflexión pausada sobre lo que se lee e incluso la introducción de ideas y conceptos mucho más abstractos que no necesitan la concreción que impone la oralidad. Lo escrito, además, promueve la formulación de múltiples interpretaciones sobre lo que se lee, sin que haya posibilidad de recurrir a la autoridad para descartar interpretaciones divergentes, tal y como puede hacerse en una conversación oral, lo que sin duda favorece el pensamiento crítico"

Es por eso que el autor no ceja durante todo el texto en su enconada defensa de la palabra escrita... aunque con matices. Ese matiz vendrá la mano de Internet, donde hay millones y millones de páginas para leer, toneladas incontables de información, que sin embargo no constituyen para el mismo una gran ventaja en relación con la información presente en los libros. Y es que estos poseen una virtud que Internet no puede, al menos de momento, tener. El proceso de confección y edición de los libros sirve de filtro para que mucho material irrelevante y de calidad más que dudosa se quede finalmente en la cuneta y no vea la luz en forma de página impresa. Ese proceso de filtrado no existe en Internet, la prueba es la inmensa extensión de obras como la Wikipedia donde conviven artículos de excelente factura con otros donde abunda la falsedad, lo banal y la baja calidad. Materiales que nunca habrían sido publicados ni editados por ninguna editorial pueden estar presentes en la red... bueno, y este blog es un ejemplo ;-)

En resumen, la acumulación de información no equivale a sabiduría, un buscador por muy sofisticado que sea no puede sustituir a un bibliotecario ni a un buen índice, los criterios de selección basados en "popularidad" no pueden ser las únicas guías para localizar la información... etc etc. Internet es una herramienta maravillosa, pero tiene también sus peligros cuando no se usa con cabeza, cuando se aplica constantemente aquello del "corta y pega" y cuando la información llega tal cual, sin contexto, inconexa y fragmentaria. La saturación de información que el uso indiscriminado de la red promueve, dando saltos aquí y allá a enlaces de hipertexto, nunca puede compararse con la lectura de un trabajo impreso, bien estructurado, y al que se pueda dedicar tiempo y atención sin "picotear" aquí y allá... este "picoteo" que parece más avanzado que la lectura tradicional, es de hecho una regresión que lo único que promueve al final es la superficialidad a través de la saturación. 

Esta es para mí posiblemente la idea más importante del libro, el hecho de que aunque esté revestido de avance tecnológico y modernidad, la forma actual en la que se presenta la información en Internet no constituye ningún avance importante, sino más bien, un tremendo paso atrás. 


"Si permitimos que las bibliotecas, y con ellas las instituciones académicas y culturales que hemos levantado durante siglos sobre la base de los principios organizativos de la cultura del libro, abandonen su papel de clasificadores de la información, todo el edificio de nuestra cultura se verá reducido a escombros, y nuestro papel en esa ruina será el de los supervivientes que intentan construir cuevas con los cascotes de las catedrales que un día conseguimos levantar".



Lo mejor: Un ensayo riguroso, ameno y portador de un buen número de ideas interesantes y temas para la reflexión, justo el objetivo de todo ensayo que se precie, hacer pensar al lector. Posee también mucho valor didáctico, aporta un sin fin de datos y nos relata una historia que no suelen contarnos en la escuela ni en la educación secundaria acerca del origen, evolución y vicisitudes por las que ha pasado ese pequeño objeto de hojas de celulosa, que concentra en sí mismo el logro intelectual más portentoso de la humanidad, el haber sido capaz de recoger mediante un sencillo lenguaje simbólico de signos los intrincados, misteriosos y abstractos procesos mentales de esa maravilla sin par que es el cerebro humano. 

A pesar de que no comparta el tono de algunas partes de este ensayo, a pesar de no participar del pesimismo, por otro lado comprensible y justificable, del autor de este libro, no puedo más que recomendar encarecidamente su lectura. En opinión de este humilde bloguero es un trabajo muy pero que muy bueno, enhorabuena al autor y a la editorial, no todos los días puedo escribir aquí que un libro me ha hecho disfrutar tanto como este. 

Si eres un fanático de los libros, si los libros forman parte indispensable de tu vida, si te sientes en una biblioteca como pez en el agua, amontonas libros como un poseso en las estanterías de casa y te lanzas como un buitre a mirar y catalogar las bibliotecas ajenas, si clasificas a tus conocidos en función de su mayor o menor afición a la lectura y siempre calibras el nivel cultural de los hogares donde eres invitado en función de su presencia, o ausencia de libros y del tipo de los mismos, si eres un chalado de la letra impresa y no quieres curarte... bueno, ya estás tardando en leer este ensayo.



Lo peor: Aunque el autor evita caer en excesos pesimistas y abre una luz para la esperanza en el último capítulo a modo de conclusión, no puedo evitar tener la sensación de que ha cargado más las tintas, quizás demasiado, en el aspecto negativo de la actual revolución de la red de redes que en todas sus virtudes, que son muchas. Personalmente viví de escolar la época donde el problema no era precisamente la saturación de información sino su falta, viví esos tiempos en los que solamente las familias más pudientes podían permitirse el "lujo" de tener una enciclopedia en casa... el "corta y pega" no nació con la Wikipedia, es tan viejo como el mismo libro, aunque seguramente nunca había sido tan fácil ni tampoco había encontrado una mentalidad tan propicia para su expansión como el momento actual. A pesar de sus inconvenientes un servidor prefiere el exceso a la falta de información... y por supuesto, no creo que la situación anterior a Internet fuera tampoco ideal. La red está todavía en pañales, pese a su expansión y su uso, y el futuro sin duda alguna nos deparará muchas sorpresas. Lo siento amigo Ignacio, perdona que te tutee, a pesar de todo soy muy optimista en lo que a los libros se refiere, igual es que soy demasiado confiado.


7 comentarios:

  1. Estimado amigo,
    Permítame, en primer lugar, presentarme: soy Ignacio Domingo, el autor del ensayo al que usted, tan amablemente, ha dedicado esta entrada en su “blog”.
    Quisiera, en primer lugar, transmitirle mi más sincero y sentido agradecimiento por el tiempo y el trabajo que le ha dedicado a mi ensayo. No puede haber satisfacción mayor para un autor que saberse leído. Lectores como usted, en los que estuve pensando, sin conocerles, mientras trabajaba en este ensayo, hacen que el esfuerzo haya merecido la pena.
    Como me tuteas voy a hacer yo lo mismo.
    Es cierto que no soy optimista respecto al futuro de la cultura del libro y de las formas de pensamiento que ésta nos trajo. Como tú muy bien has señalado, ése era el tema del ensayo: los libros nos impusieron una manera de pensar y de analizar la realidad que se está perdiendo a medida que nuestra cultura va abandonando la palabra escrita como medio de comunicación preferente. No negaré que soy un pesimista genuino y que, siendo optimista, uno podría ver en Internet una enorme oportunidad para la cultura escrita. Pero lo cierto es que Internet es desde hace quince o veinte años parte de nuestra vida cotidiana, y desde las perspectiva que nos dan los años transcurrido podemos constatar que esas oportunidades no se han realizado en la medida tan desmesurada (valga la redundancia) en que se han desarrollado otras: piénsese en el desarrollo de la pornografía, el juego, las banalidades que circulan por la red, los cotilleos… y la piratería. La piratería de libros, en particular, está haciendo un daño enorme a la cultura del libro. De unos años a esta parte la venta de libros está bajando drásticamente, y esta bajada no puede ser achacada únicamente a la crisis económica: tiene una relación directa con la venta masiva de “e-readers” y de “tablets” (estas ventas no se ven afectadas por la ciris) que se “alimentan” de libros piratas. Y tiene también relación con la pérdida del hábito de la lectura entre la población juvenil, una pérdida que es masiva incluso entre los de niveles educativos más altos. La prueba más evidente de ello la puedes encontrar cualquier día en las bibliotecas públicas, donde encontraste mi libro. Te presumo una persona de mediana edad y tú, como yo, frecuentabas las bibliotecas hace treinta o cuarenta años y recordarás que entonces los lectores eran mayoritariamente niños (no tantos porque apenas había libros para niños pero había tebeos) y jóvenes; la gente de mediana edad era escasa y los ancianos casi inexistentes, sin duda debido a que la mayor parte de ellos eran analfabetos o semi-analfabetos. Hoy, sin embargo, las bibliotecas públicas están llenas de ancianos; la gente de mediana edad, siempre ocupada con sus trabajos, es menos numerosa; y los niños, ¡ay los niños!, y los jóvenes, son una rara avis, tan rara como lo eran los ancianos hace varias décadas. Es obvio, y lo saben de sobras las editoriales, que los niños no leen, que se venden libros infantiles porque los compran los padres, no porque los pidan los niños, que es imposible vender libros al sector de la juventud que va de los quince a los treinta y tantos, y que el público lector está cada vez más envejecido, en una suerte de pirámide poblacional lectora que es exactamente la inversa de la que era décadas atrás. Es obvio, por lo tanto, que el libro y su cultura están en un proceso de manifiesta decadencia histórica. No veo razones para el optimismo, no.


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    1. Estimado Ignacio Domingo, felicitaciones por su libro, lo he disfrutado y empleado como referencia bibliográfica en mi tesina de licenciatura. Lamentablemente, condiciones penosas en materia tributaria y aduanera me impiden comprarlo vía web para que me lo envíen a Argentina. Pero gracias a Internet, he podido leer gran parte del contenido en Google Books. No estoy seguro de si eso le reporta algún beneficio económico y ciertamente, no es lo mismo leerlo en pantalla que hacerlo desde la página impresa. Aún así, pude hacerlo y ahí reside la magia de la Red, haciendo accesible lo que antes era prácticamente imposible. Le mando un saludo desde el sur con la esperanza de que siga publicando ensayos tan interesantes como éste.

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  2. En lo personal y particular de este ensayo te diré que elogios como los que le lanzas me dejan en realidad, triste. Creo que este ensayo merecía tener una vida mejor. Claro que todos los autores piensan lo mismo de sus libros. Yo tengo la constancia, sin embargo, de que todo el mundo que lo ha leído (que no son más de una docena de personas, incluyendo a miembros de mi familia) lo ha elogiado, y algunos con entusiasmo, y por ello estoy seguro de que si este ensayo tuviera más circulación tendría cierto éxito, pero los tiempos en que vivimos no son los que son, y el libro que trata sobre la decadencia del libro es víctima y ejemplo de esa misma decadencia. El libro se escribió pensando en que sería leído. Esto no siempre es así, en la universidad se escriben muchos libros para que den méritos y honores a sus autores pero no para que se lean, sino para que críen polvo en las estanterías. En mi caso no fue así. Fue un libro escrito gratia artis et amore Dei, podía haber escrito algo menos prolijo, menos elaborado, con menos referencias, y haber publicado una obra que me hubiera dado igualmente los beneficios académicos de la publicación, pero lo que busqué fue un libro que interesara al público culto. Fue rechazado por todas y cada una delas editoriales a las que lo ofrecí (muchas ni siquiera contestaron), si bien es cierto que una editorial importante consideró seriamente durante varios meses su publicación, o por lo menos eso me dijeron. Al final tuve suerte de poder publicarlo en la editorial “de casa”, que es la de mi universidad, pero fácilmente el libro podía haberse quedado en un cajón. Ha tenido una tirada de unos doscientos ejemplares, de los que ni siquiera se han vendido todos, y puede que yo haya comprado la mitad para regalarlos. Apenas ha llegado a las librerías: en mi ciudad yo mismo lo regalé (sí, regalé) a algunas para que lo pusieran, al menos un par de semanas, en el escaparate. No se ha incluido en la lista de lecturas de ninguna asignatura de ninguna facultad de Biblioteconomía o Humanidades de España, no ha recibido ninguna reseña, ninguna crítica impresa, ninguna cita en ningún artículo ni obra de referencia salvo una mención breve en un artículo de una revista escrito por una persona a la que regalé el libro. Gracias a Internet puedo estar al día de su casi total inexistencia. Con motivo de su publicación fui invitado a impartir una conferencia en Soria a la que asistieron cuatro o cinco personas, que no eran otros que los organizadores del evento, y lo presenté en Madrid ante un público de una docena de personas. Y ni siquiera un libro que se ocupa con tanta profusión del tema de la importancia de los archivos y las bibliotecas está llegando a las mismas: está presente en algunas bibliotecas universitarias a las que sospecho que se ha regalado por acuerdos de cooperación entre editoriales universitarias, y en algunas, poquísimas, bibliotecas públicas de toda España, y esto lo sé porque sus catálogos se consultan en línea y conozco el puñado de bibliotecas donde está. El libro no ha interesado ni siquiera a los bibliotecarios que cursan las órdenes de compra. Es, en definitiva, un libro sin lectores, lo que equivale a decir que es un libro muerto. Me queda el consuelo de que las personas para las que realmente lo escribí, que son mis hijos, mi familia y mis amigos sí lo han leído (bueno, algunos todavía están en ello) y que de vez en cuando, cuando busco el libro en la red, me encuentro con el mensaje de un náufrago en una botella, con que ha caído por casualidad en las manos de alguien, y que a esa persona no sólo le ha gustado, sino que además ha dedicado tiempo a analizarlo y a criticarlo, y eso me llena de un legítimo orgullo y de una cierta alegría, pero también me produce tristeza, la pena de lo que pudo haber sido, si el libro hubiera tenido circulación, y no ha sido ni será.

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  3. He leído con tristeza y algo de rabia todo cuanto refieres a la historia de tu libro, en verdad que no ha tenido la suerte que merecía. En una conferencia hace varios años un conocido autor de mi región, Jerónimo Tristante, comentaba que el oficio de editor era una suerte de “esquizofrenia”, por una parte desean contar en sus catálogos con libros de calidad, apoyar a los buenos autores, desean el prestigio de buenas obras... y también piensan en, como no tratándose de un negocio, en ganar dinero. Es un hecho que solamente un porcentaje pequeño de los libros de un catálogo dan ganancias, el resto solo constituye un lastre. De ahí que posiblemente un libro como el tuyo haya sido rechazado precisamente por eso... por valorar de forma negativa la parte de “negocio”, porque tengo muy claro, y llevo unos cuantos ensayos leídos ya, de que por motivos de calidad no ha sido. Es por eso por lo que opino como tú, que no se ha hecho justicia con tu libro, pero seguro que no es un caso aislado y muchos autores en España podrían decir lo mismo, el tuyo al menos tuvo su oportunidad... aunque haya sido en una tirada reducida y una oscura editorial que apenas tiene difusión. Ojala que ello no te desanime de forma definitiva de seguir escribiendo.

    Sigo pese a todo en mis “trece” de ver algo positivo en el futuro, al igual que hay épocas brillantes y otras más oscuras también existen generaciones desaprovechadas y otras donde las cosas cambian, probablemente eso que comentas a cerca de las bibliotecas y la afición por la lectura en la gente joven es cierto. Veo en mis visitas a la biblioteca sobre todo mucha gente de mi edad o mayor, también muchos niños... los sábados acompañados por sus padres, y la gente joven que pasa por allí suelen ser en su mayoría estudiantes que buscan un lugar tranquilo para concentrarse, muchos portan reproductores mp3, o teléfonos móviles con auriculares... pero la mayoría están concentrados en estudiar y leer, también veo visitas de gente en edad estudiantil a las estanterías, consultas sobre obras de referencia... no son muchos pero ahí están. Sigo pensando que a pesar del atractivo de la tecnología el libro no ha dicho todavía su última palabra. Los lectores somos y hemos sido siempre una minoría, en todas las épocas, y lo seremos también en un futuro... no creo que los libros electrónicos terminen con las bibliotecas, al menos no a corto plazo. Todo cuanto cuentas en tu libro sobre la problemática de los soportes digitales es no solamente cierto sino también preocupante, pero estoy seguro que el libro en papel seguirá adelante. Quizás no se editarán tantos libros, no habrá tantas editoriales, pero sobrevivirán las mejores... los verdaderos lectores, los buenos, no se dejan camelar tan fácilmente por las listas de best sellers ni por Premios Planeta ni demás chorradas con despliegues publicitarios de cuatro oportunistas... mucha gente abandonará la lectura, pero también muchos otros se incorporarán, un buen producto, un buen invento es bueno le pese a quien le pese, y la tecnología junto con los medios audiovisuales cada vez más complejos no pueden disimular la falta de profundidad ni la pobreza de contenido real. Cuando se prueba y se conoce lo bueno los sucedáneos ya se tornan insípidos. Los lectores podemos ser también aficionados a los videojuegos, a la música, al cine... todo eso está muy bien y no interfiere para nada en la afición lectora, pero pero los que nunca leen no saben realmente lo que se pierden, nosotros si lo sabemos Ignacio, y estoy seguro que a pesar de todos esos datos tan poco halagüeños sobre el futuro este como de costumbre no se construirá solo con tendencias rectilíneas, de ascenso o caída, sino que como siempre, habrá muchos altibajos, luces y sombras. El libro conocerá tiempos peores, eso es seguro por desgracia, pero también volverá a renacer, también estoy seguro de ello.

    Un abrazo,

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  4. He encontrado esta página justo cuando empiezo a teclear el resumen que me he hecho de este magnífico libro. Cuando supe de él propuse a la Biblioteca que tengo más cercana que lo adquirieran y así lo hicieron. Lo leí y después lo resumí. Lo he recomendado en la Biblioteca, puede hacerse a través de un impreso, y comenté a una de las bibliotecarias, todos buenísimos, el descubrimiento de este magnífico libro que tanto me ha enseñado.

    Desgraciadamente ya están cumpliéndose algunos de sus temores:

    http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/05/24/la-mitad-de-los-alumnos-salen-de-eso-con-un-nivel-bajo-en-competencias-financieras/
    1 comentario: "Antonio Gómez No es que no sepan leer una factura. No saben leer. 24/05/2017"


    Un millín de gracias por su labor. Nunca es tarde si la dicha es buena y así espero y deseo de todo corazón que sea.

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  5. Perdón por ese millín, es un millón como la copa de un pino.

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  6. Buenos días, anque sé que esta entrada es antigua, decir que he comprado el libro y me dispondré en cuanto pueda a leerlo, por cierto coincido punto por punto, con el artículo y los comentarios. Quisiera poder vivir varias vidas para disfrutarlas pudiendo leer, jugar al ajedrez, etc... que corta es nuestra existencia....

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