martes, 7 de octubre de 2014

Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía

"En el espacio infinito hay innumerables esferas luminiscentes y en torno a cada una de ellas giran aproximadamente una docena de esferas más pequeñas e iluminadas que, ardientes por dentro, están cubiertas con una corteza solidificada y fría, sobre la cual una capa mohosa ha originado seres vivos y capaces de conocer: ésta es la verdad empírica, lo real, el mundo. Sin embargo, para un ser pensante es una situación penosa hallarse sobre una de estas innumerables esferas que se balancean libremente en el espacio ilimitado, sin saber de dónde viene ni hacia dónde va, siendo tan sólo uno entre innumerables seres similares que se empujan, incitan y atormentan, surgiendo y desapareciendo rápida e incesantemente en un tiempo sin comienzo ni final: ahí nada persiste salvo la materia y el retorno de las mismas, a la par que diversas, formas orgánicas, por medio de ciertos caminos y canales que existen de una vez por todas. "

Arthur Schopenhauer. El mundo como voluntad y representación, tomo II, capítulo 1º.

Ficha: "Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía", Rüdiger Safranski, Tusquets Editores, 495 páginas, ISBN: 9788 483 833438

De nuevo me acerco a la obra y vida de este gran filósofo alemán y lo hago de la mano de un compatriota suyo, un filósofo contemporáneo, Rüdiger Safranski, especializado en ensayos sobre grandes pensadores alemanes. Schiller, Nietzsche, Heidegger... son algunos de los filósofos a los que ha dedicado un libro. Si todos ellos poseen la calidad y el excelente nivel que Safranski demuestra en esta obra estoy ante uno de esos autores imprescindibles. Sin duda que no será el último libro que lea con su firma.

Schopenhauer como filósofo suele ser despachado rápidamente bajo la etiqueta de "pesimista". Posiblemente no hay en la historia un filósofo con una relación más dispar entre su talla intelectual y su influencia en la historia de la filosofía que el viejo gruñón de Frankfurt. Reducir su pensamiento, como hacen muchos, a la simple etiqueta de pesimismo sería el equivalente de definir a Cervantes como "el escritor manco que escribió una parodia de las novelas de caballerías". 

Schopenhauer fue una anomalía en su época, aquellos "años salvajes de la filosofía" tal y como los define Safranski fueron los años del romanticismo alemán, con Fichte, Schelling y sobre todo Hegel como protagonistas. Los mismos elaboraron una filosofía que era a la vez deudora y se se rebelaba contra la poderosa figura de Inmanuel Kant, pensador que representa la cumbre en filosofía del siglo de las luces... Kant pretendió eliminar de una vez por todas la metafísica y he aquí que los filósofos románticos pretendieron rehabilitar la misma con una particular metafísica del espíritu, muy diferente según el autor, metafísica en la moral, en la naturaleza, el arte, en la historia etc. Schopenhauer fue un seguidor en muchos aspectos de Kant, al que también criticó, especialmente en lo referente a su ética, pero con quien le unió una gran afinidad de pensamiento tal y como muestra Safranski en su ensayo...

Este ir a contracorriente de la época, sobre todo por su original y pretenciosa filosofía, seguramente no ha existido un filósofo más pretencioso en la historia, salvo quizás Nietzsche gran admirador de Schopenhauer por cierto. Todo ello unido a un carácter complicado, extremadamente orgulloso y pagado de sí mismo, con una acusada tendencia al sarcasmo y la ironía más sangrante, unido a una falta notoria de paciencia para tratar con las debilidades ajenas, fueran estas reales o figuradas, convirtieron su vida en una travesía solitaria y llena de conflictos. Fue siempre un bicho raro, en cierta medida las grandes figuras de la historia lo son forzosamente, no digamos ya en la filosofía... pero es que en Artur Schopenhauer todo siempre parece tener un carácter más extremo.


Rüdiger Safranski nos muestra, con todo lujo de detalles fruto seguramente de una ardua documentación, los pormenores del tiempo que le tocó vivir, esa Alemania todavía muchas décadas antes de su unificación donde convivían reinos poderosos como el de Prusia con pequeñas repúblicas independientes dedicadas a la actividad comercial, como Danzing, su ciudad natal, hoy en la Gdansk polaca, Hannover, Weimar y finalmente Frankfurt, ciudad donde residió en sus últimos años y donde al final le alcanzó la fama y el reconocimiento tan ansiado tras una vida prácticamente en el anonimato.

Alguien más convencional hubiera seguido los pasos de comerciante de su padre, y hubiera vivido dedicado a los negocios que habían convertido a su familia en una de las más prósperas de su ciudad. De hecho en principio ese parecía ser su destino pero quiso la fortuna que falleciese prematuramente un padre al que nunca dejó de idolatrar, y de esa forma quedó libre de la promesa, un tanto forzada, que le había hecho de continuar con sus negocios. Tampoco aquí quedaba el capítulo de su vida ya encauzado, cualquier otro en su caso sin una vocación por el mundo de sus negocios y habiendo heredado una nada despreciable fortuna que le permitía vivir sin trabajar se hubiese convertido en el típico rentista aburrido y conservador, en uno más de los "gusanos bípedos", como llamaba a los mediocres, que pululaban a su alrededor... su amor por la filosofía y su genio inquieto no le dejaban tranquilo.

Intentó en un principio no solo vivir "para", sino también "gracias a" la filosofía... sin demasiado éxito. Nunca consiguió un puesto fijo en una universidad como profesor, sus clases apenas despertaron el interés de sus contemporáneos, ni siquiera cuando las anunciaba a bombo y platillo como el "no va mas" en la época en la que residió en Berlín. Al mismo tiempo Friedich Hegel, un filósofo al que siempre despreció y tildó de farsante, dominaba la escena y abarrotaba áulas y salones de conferencias... Demasiada originalidad, demasiado ir a contracorriente, y también muy poca "mano izquierda", Arthur siempre tuvo la habilidad de hacer enemigos y de dejar mal sabor de boca allá por donde pasase. Las ediciones de su obra magna, "El mundo como voluntad y representación", así como su primera obra, la tesis que le valió un doctorado en filosofía por la universidad de Jena "Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente", tuvieron que ser costeadas íntegramente de su bolsillo... nunca se vendieron bien y en su mayor parte terminaron trituradas para obtener pasta de papel...

La obra abunda y se recrea en todo tipo de detalles, la relación del filósofo con su familia, sus conflictos con su madre y hermana, sus denodados esfuerzos por conseguir reconocimiento, su vida solitaria, la gestación de su pensamiento... en sus páginas Safranski disecciona con habilidad la filosofía de Kant, primera gran inspiración de Arthur, la de Fichte... la gran decepción del filósofo germano y su primer encontronazo serio con el espíritu romántico de la época, la construcción de su sistema filosófico. Un sistema que pretendía nada más y nada menos que poner un punto y final a la filosofía, eliminar de raíz las metafísicas del espíritu, a costa eso sí de introducir él mismo su metafísica particular, la metafísica de "la Voluntad". Las coincidencias con Kant, respecto a su identificación de "la cosa en sí" kantiana con la Voluntad, sus críticas a la ética de Kant y su establecimiento de una ética alternativa basada en la compasión. Su descubrimiento de los textos religiosos hindúes, los Upanishad, su admiración por la figura de Buda, su afición a la música... la atención prestada a la experiencia estética y a la contemplación... los límites de la razón, la fuerza ciega e irracional de la Voluntad, la imposibilidad de burlarla. En definitiva la visión de la vida como una broma pesada, como una terrible tragedia donde estamos condenados a ser infelices con apenas un resquicio para liberarnos, esa "conciencia mejor" fruto de experiencias místicas y contemplativas donde el ser humano según su opinión podía, momentáneamente eso sí, ser libre... nadie ha escrito sobre la experiencia artística, especialmente la música, como lo hizo Schopenhauer, elevando la misma a cimas imposibles de superar.

El libro acomete la nada desdeñable tarea de acercarnos la figura del genial filósofo, tanto su vida como su obra, ambas forman un entramado inseparable. No siempre es fácil de leer, existen partes que requerirán del lector una especial atención y unos conocimientos previos, al menos en lo que se refiere a la historia de la filosofía. Pero vale la pena porque es una tarea que da su fruto, Safranski se muestra lo más objetivo posible, no duda en hacer juicios de valor y calificar las palabras y las acciones de Arthur cuando hace falta, pero también sabe disculparlo en diferentes ocasiones. Hubiera sido fácil buscar el sensacionalismo de algunas anécdotas conocidas de su vida, como su relación con una joven actriz y su paternidad malograda, el conflicto con una vecina con la que estuvo pleiteando durante años, o su enconada resistencia a los cambios, motivado sin duda por sus intereses egoístas, que culminaron en la ayuda prestada a la represión de los revolucionarios de 1.848...  

El retrato no es condescendiente, pero tampoco especialmente severo, Schopenhauer como todo ser humano era en parte el reflejo de una época, con lo bueno y lo malo que ello conlleva. A diferencia de los maestros y líderes espirituales él nunca quiso hacer de su vida personal ningún ejemplo, estaba completamente volcado en su obra filosófica y a ella se entregó en cuerpo y alma. A pesar de su época de crápula y sus excesos con la comida, entre otros, su existencia fue de lo más monótona y metódica, recordando mucho en su última etapa a la de su admirado Inmanuel Kant.

No obstante hay aspectos del filósofo que quedan notablemente dulcificados por la versión de Safranski, como por ejemplo su impenitente misoginia, fruto sin duda en parte de sus fracasos amorosos y de la compleja y explosiva relación que sostuvo con su madre... aunque al final de su vida , merced a su trato con una artista que le confeccionó un busto, tuvo ocasión para desdecirse, aunque fuera en parte, de su mala opinión de las mujeres. También ya al final de su vida, a poco menos de una década del final, el éxito llamó a su puerta y pudo disfrutar en su vejez de un poco de paz y sosiego, y al menos irse con la conciencia tranquila de que su filosofía no iba a caer en el olvido, un punto en el que siempre demostró una inquebrantable fe digna de encomio. 

Sus escritos que le proporcionaron la fama en vida, aquellos que incluyó en ese recopilatorio denominado "Parerga y paralipomena" y del que forma parte su ensayo más conocido "Aforismos sobre el arte de vivir", un libro delicioso que no me canso de recomendar, poseían ya un aire menos trágico y más acorde con el espíritu de la época, no daban ya tan por supuesta la imposibilidad de alcanzar la felicidad en la vida y en ellos se nos aparece un Schopenhauer bastante más humano que el genio intransigente autor de "El mundo como voluntad y representación" la obra de su vida. Existe por lo tanto en su obra un "arte menor y mayor" que se puede adaptar a los gustos más variados, y una gran cualidad que le hace muy diferente de la mayoría de los filósofos de su tiempo y posteriores... la claridad, Schopenhauer decía que si algo podía ser expresado en palabras debía ser expresado con la mayor claridad posible. Quizás, tal y como comentó el filósofo argentino Mario Bunge en una entrevista a Jot Down, Schopenhauer nunca pasó de ser un charlatán... pero sin duda alguna que tuvo el gran mérito, y eso es indiscutible, de ser un escritor de primera línea, uno de los más grandes en lengua alemana, y al que a diferencia de otros pensadores del pasado todavía es un placer acercarse...   aunque uno no esté de acuerdo con muchos de los postulados de este pesimista, lúgubre, misógino, misántropo, irónico e implacable observador de la vida humana capaz de ponernos el vello de punta... el aburrimiento es francamente imposible.



Lo mejor: Una biografía completa y exhaustiva que nos acerca a la vida y la obra de uno de los más grandes filósofos de la historia. Gran pesimista, no cabe la menor duda, pero también dotado de una enorme inteligencia, lucidez y buen estilo. Safranski hizo un gran trabajo en este libro, referencia ineludible para conocer mejor a este filósofo gruñón que una vez contestó a la pregunta de porqué quería estudiar filosofía: "creo que la vida es un asunto desagradable y quiero dedicar mi vida a reflexionar sobre ella". Los aficionados a la filosofía en general, a la figura de Arthur Schopenhauer en particular y a la historia pueden disfrutar mucho con este libro. Muy recomendable.


Lo peor: En el texto hay referencias a la posterior influencia de A. Schopenhauer en F. Nietszche, Wittgenstein o Sigmund Freud... sin embargo creo que son insuficientes. Así como hay un par de capítulos dedicados a introducirnos en la época en la que vivió y las circunstancias familiares, culturales, geográficas e históricas ¡ ya antes de que naciera!, sin duda todo un alarde de erudición y meticulosidad por parte de Safranski, no hubiera estado de mas por el autor un epílogo o un capítulo incluso donde se nos hubiera narrado su posterior caída en el olvido, su rescate por parte de F. Nietzsche, y la vuelta a los márgenes de la historia ortodoxa de la filosofía etc. 

Safranski se pone en el papel de un historiador, creo que cumple con creces dicho papel, pero fundamentalmente es un filósofo y es en sus explicaciones y divagaciones sobre el pensamiento del protagonista, junto con sus influencias, a lo que dedica más espacio en el libro... de modo que nadie espere una biografía convencional, las ideas filosóficas cobran tanto peso como el relato de los hechos y pormenores de la vida de Arthur, por lo tanto este no es un libro para los amantes de relatos más ligeros ;-)


2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el comentario, enhorabuena.

    Yo no sé si Schopenhauer fue tan original como cree Safranski. Para mí, es un filósofo perteneciente al Romanticismo, o, al menos, a cierta corriente romántica, así que, a mi juicio, bebió de aquellos tiempos.

    El Romanticismo es tragedia, dicho esto en el sentido de que existen deseos que se topan con la realidad, y de eso nos habló precisamente Schopenhauer, de que la tragedia de la vida consiste en que no podemos satisfacer todos nuestros deseos.

    Hay una segunda característica típicamente romántica, creo yo: el pensar que podemos penetrar en la esencia de la realidad mediante una facultad diferente a las tres facultades kantianas, diferente a los sentidos, el entendimiento y la razón. En el caso de Schopenhauer, esa facultad es la que nos permite acceder a lo que él llama "Voluntad". El término está también en Novalis, aunque él lo empleó de manera sutilmente diferente. Todos los románticos, o casi todos, nos hablan de una cuarta facultad de conocimiento mediante la cual accedemos a la esencia de la realidad. Mediante la cual, por mejor decir, nos fundimos con el "Todo": como se sabe, la Voluntad es fenoménicamente múltiple, pero, en el fondo, una y la misma, ese mar embravecido de olas como montañas, esa realidad absoluta, universal. Para los románticos, la "cosa en sí" es el Todo. Claro, porque si, según Kant, el Todo es algo metafísico, algo que no se da en la realidad porque, por definición, el Todo es lo que carece de límites, y, sin embargo, todas las cosas que se nos dan a los sentidos tienen límites, la única forma de acceder a ello es mediante una facultad que no sea ninguna de las facultades con las que aparece la "representación", el "fenómeno", un conocimiento este que obtenemos como combinación entre entendimiento y sentidos. El Todo es el resultado del "sentimiento" (Schleiermacher), de la "voluntad" (Schopenhauer), de la "intuición mística" (Nietzsche), etcétera.

    La tercera característica típicamente romántica es, creo yo, la primacía que Schopenhauer concede a la Voluntad en detrimento de la razón, algo común a todos los románticos, quienes, con nombres diferentes, se refirieron a una instancia anterior a la razón, en el sentido de ser más relevante para la vida, o, al menos, más determinante. De nuevo: el sentimiento, la intuición o los instintos en Wagner y Nietzsche...

    En fin, que me enrollo demasiado. Lo dejo aquí. Probablemente Bunge tenga razón en afirmar que Schopenhauer fue un "charlatán" (yo matizaría algo esta opinión): no creo que, hoy, su sistema filosófico tenga valía epistémica. Pero, por decirlo de algún modo, si nos puede inspirar en el sentido literario. Sucede con todas las filosofías del Romanticismo: estériles epistémicamente hablando, pero inspiradoras en el sentido poético o literario del término. Yo las disfruto de este modo.

    Saludos,
    M.

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  2. Muchísimas gracias por tu comentario, coincido en todo lo que comentas aquí. Hace un año terminé de leer "El mundo como voluntad y representación" y la verdad es que no me he atrevido a realizar ningún comentario del mismo... hay demasiado que contar de él ;-).

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