lunes, 27 de abril de 2015

La edad de la empatía


Ficha: "La edad de la empatía", Frans de Waal, Tusquets Editores, 358 páginas, ISBN: 9788 490 660607

En ocasiones asistimos a la proliferación de políticas e ideologías donde se busca promover la libre competencia al máximo desregulando mercados y dejando al estado al márgen reduciendo las políticas sociales al mínimo bajo el pretexto de que cualquier intervencionismo es intrínsecamente malo y "antinatural"... que vamos que la ley de la jungla es la mejor de las leyes ya que si al fin y al cabo el ser humano no deja de ser un animal, racional pero animal al fin y al cabo, ¿qué sentido tiene la empatía y la compasión con los más débiles? ¿porqué tendríamos que intervenir corrigiendo una situación que en el fondo es de lo más "natural"? ¿no están acaso equivocadas de lleno las políticas que tienen como objetivo la igualdad y la corrección de desigualdades cuando lo que vemos en el entorno natural es la eterna ley del "pez grande que se come al chico"?... 

Dejémonos pues de sentimentalismos antinaturales que solamente traen la opresión de las libertades y sigamos la ley de la naturaleza donde cada ser lucha por su propia supervivencia o como mucho la de su familia y amigos y solamente mira por su propio interés. Porque porque si así es como ha funcionado siempre el mundo y si así es como viven los animales ¿porqué tendríamos que aspirar a un orden moralmente superior cuando no existe nada semejante en el mundo natural?... bueno Frans de Waal, un biólogo y zoólogo holandés especializado en el comportamiento de los primates a los que lleva investigando muchos años no podría estar más en desacuerdo... de eso va este libro, un libro sobre comportamiento animal donde se insisten una y otra vez en la conexión entre la política y la comprensión del mundo animal que conocemos, especialmente en el caso de nuestros más avanzados parientes evolutivos, los grandes simios.

Y es que de forma desafortunada cuando queremos insistir en el aspecto feroz y despiadado de la naturaleza humana no dudamos en utilizar las comparaciones con los animales, "homo homini lupus est", el hombre es un lobo para el hombre... una frase ya usada por los romanos y que el filósofo inglés Thomas Hobbes hizo popular en su conocida obra "Leviatán" donde aducía que el orígen del orden social era un compromiso donde se reducían libertades a cambio de seguridad, evitando la perpetua caída en la barbarie que era el resultado inevitable de una vida basada únicamente en leyes naturales. El hombre era malo por naturaleza pues, un lobo para el hombre, y era necesario meterlo en vereda mediante la coacción de las leyes, la policía y el ejército, para evitar el cáos y la anarquía. Si Hobbes hubiera podido conocer bien la vida de los chimpancés o los babuínos probablemente hubiera cambiado de opinión, al menos respecto a lo "salvaje" de la vida animal.

Ya quisiéramos, según Frans de Waal, ser lobos para el hombre, el lobo es un depredador despiadado si, pero que casi nunca agrede a los de su especie y posee un rígido sentido del compañerismo, respeta una jerarquía basada principalmente en la "meritocracia" y por supuesto trabaja en equipo compartiendo las presas capturadas, de lo contrario no existirían manadas de lobos como tales y por lo tanto no sería un cazador tan eficiente. De los chimpancés podría decirse dos tantos de lo mismo y mucho más. Al igual que el ser humano poseen una dualidad de comportamiento, pueden ser taimados, vengativos, mentirosos, competitivos crueles y feroces... pero también compasivos y enormemente empáticos con el sufrimiento de sus semejantes, hasta puntos que poco tienen que envidiar a nuestra especie tal y como han descubierto los trabajos de los primatólogos modernos, entre ellos Frans de Waal.

De ahí la insistencia del biólogo holandés en que si aducimos a la naturaleza animal del ser humano para justificar determinadas políticas hemos de hacerlo conociendo toda la verdad, ver a los animales como principalmente despiadados y competitivos no es real, es tan solo una proyección humana que elude como mínimo a la mitad del asunto. El libro está repleto de relatos de experimentos de Frans y su equipo con distintas especies de monos, chimpancés principalmente pero también macacos y monos rhesus. Experimentos y observaciones de muchos años donde podemos ver que los simios poseen una acusada habilidad para conectar con los sentimientos de sus semejantes, de como reaccionan al trato injusto, de como en la mayoría de las ocasiones prefieren recompensas por realizar trucos que premien también a amigos y parientes, en como cuidan a las crías, a los enfermos y desvalidos, como median en los conflictos, como se comportan de forma sensata con el reparto de los alimentos, como en definitiva se ayudan unos a otros aunque sea para fomentar la cohesión del grupo en el que viven y terminar beneficiándose de forma indirecta. 

El libro no se limita a las experiencias de Frans con simios, incluye numerosos ejemplos de comportamientos similares en delfines, elefantes y otros animales, si el cerebro humano posee el sistema límbico en común con el resto de los mamíferos resulta que es ahí precisamente donde sabemos que se gestionan y se originan las emociones, estas se pueden racionalizar a posteriori pero siempre surgirán mediante un acto reflejo justo de ahí. Frans no dejará de criticar duramente a aquellos que niegan a los animales superiores cualquier vestigio de sentimientos aferrándose de continuo a una supuesta "superioridad" humana... y no se refiere en sus críticas a líderes políticos o religiosos, sino a una parte considerable de la comunidad científica empeñada en seguir dogmáticamente el credo de la singularidad humana... como si la ley de la evolución hubiera afectado solamente a una parte de la fisiología cerebral y no hubiera existido también un continuo en relación con la evolución de las emociones o estas últimas fueran privativas del ser humano y existiese una clara demarcación entre este y sus ancestros vivos más directos. Leyendo el libro queda claro que poco, muy poco, del mundo de los sentimientos que conocemos podría considerarse patrimonio exclusivo del homo sapiens. 

La obra de F. De Waal está plagada de anécdotas, de estudios sobre el tema y también de "jugosas" apreciaciones en relación con las leyes humanas y la política, si esta muchas veces se intenta apropiar de los descubrimientos científicos para enarbolar sus banderas y credos ¿por qué no iban a meterse en cuestiones políticas los científicos?, Frans no tiene ningún reparo en hacerlo, es más, creo que si hubiera más personas como él en puestos de responsabilidad y poder igual el mundo sería un poco mejor. El título del libro hace referencia a lo que al autor le gustaría que sucediera en el mundo en los próximos años, a que una mejor comprensión del cerebro y del comportamiento animal terminara derribando los prejuicios y las falsas ideas sobre el mundo natural que damos por ciertas sobre lo "implacable" de la ley natural cuando existen ya pruebas abrumadoras de que precisamente los animales con un cerebro más desarrollado, con el hombre a la cabeza, son también los más empáticos y los que muestran comportamientos más solidarios con los miembros de su misma especie, e incluso con casos bien documentados de ayuda y solidaridad entre individuos de especies diferentes. Definitivamente la ley de la selva aunque implacable no es tan cruel e insolidaria como nos la han pintado, ni mucho menos.

Lo mejor: Un libro magnífico que he devorado prácticamente de una sentada, no tiene desperdicio, encantará a todos los amantes de los animales, especialmente a los aficionados a las historias sobre simios y su increíble parecido con sus hermanos mayores, nosotros. Me ha encantado la lectura política que Frans realiza en el mismo y en como sabe darle la vuelta a esa pretendida "ley natural" que en algunos países se alude para justificar la desigualdad. Tampoco faltan las críticas a un sistema que cayera en las antípodas, es decir, donde solamente existieran "derechos", Frans como holandés que ha vivido muchos años en los Estados Unidos sabe ver lo bueno de un sistema como el americano que premia ante todo el mérito pero que por desgracia ofrece una escasa o nula cobertura social o con un sistema como el europeo donde si bien hay un colchón social que protege al ciudadano también se ve con suspicacia y se envidia a todo aquel que sobresale. 

Lo peor: Que Frans no sea en el fondo más que otro predicador clamando en el desierto en un mundo enfermo de egoísmo y que difícilmente su visión del mundo animal vaya a calar a corto plazo en el saber popular y mucho menos influir en política alguna... aunque debería.


No hay comentarios:

Publicar un comentario