domingo, 28 de febrero de 2016

Aforismos


"En la elaboración de un trabajo ten presente: confianza en ti mismo, noble orgullo y la idea de que no son mejores que tú otros que evitan tus errores y que en cambio cometen otros que tú has evitado"


Ficha: "Aforismos", Georg Christoph Lichtenberg, editorial Cátedra, 358 páginas, ISBN: 978 847 625 492

Curioseando como ha menudo hago en mi web favorita sobre filosofía, que se ha convertido en los últimos años de un gran referente respecto a lecturas en este campo, me encontré con una reseña de un autor completamente desconocido para mí. Al tratarse de un pensador ilustrado del siglo XVIII y ver tan favorables críticas sobre el mismo me dije que tenía que leer en cuanto tuviera ocasión algo sobre el mismo. 

Lo más fácil hubiera sido conseguir el libro recientemente publicado por Hermida Editores, el primero de una serie que pretende completar la edición completa de esta gran obra, los cuadernos, Sudelbücher, donde Georg Christoph Lichtenberg recogió anotaciones de extensión muy variable sobre todo tipo de temas durante treinta y cinco años. Pero el estar todavía incompleta y no ser precisamente un libro "barato" me convenció de que tenía que intentar buscar una edición algo más asequible, aunque fuese al precio de contentarme con una edición más limitada. Afortunadamente la editorial Cátedra hace siete años publicó esta selección de aforismos incluidos en los cuadernos, la cual aunque incompleta posee el suficiente interés como para que me interesara por ella. Tiene además la ventaja de ofrecer una visión muy amplia tanto de la vida como de la obra del pensador alemán, y proporciona al lector curioso, o sea a mí,  una introducción excelente a esta obra más que singular... y es que difícilmente encontraremos una colección de elogios más grande que la vertida por tantos lectores sobre esta obra de ese ingenioso y sagaz apóstol de la ilustración.

Para un científico, articulista y afamado profesor universitario de Gotinga, hubiera sido toda una sorpresa constatar que iba a ser conocido en la posteridad casi exclusivamente por una obra escrita sin ánimo de ser publicada, una obra para uso exclusivamente privado y que sin duda nunca hubiera aprobado que la misma fuese conocida del gran público. Es por eso que, salvando las enormes distancias, me ha recordado mucho a esas meditaciones de Marco Aurelio, por aquello de que se trata de obras que han pasado a la posteridad en cierta forma a pesar de su autor, y han terminado cobrando vida propia.



Nació en 1.742 y fue el décimo octavo, o décimo séptimo (según la fuente que se cite), y último, hijo de un pastor protestante de la localidad alemana de Over-Ramstadt, débil y enfermizo, sus padres lo bautizaron inmediatamente ante el temor de que pudiese morir en breve plazo, de poca estatura, no superaba el metro y medio, y aquejado de una dolencia congénita que le deformó la columna y se hacía visible exteriormente con una joroba, seguramente una escoliosis, nunca disfrutó de una buena salud y de hecho falleció un tanto prematuramente en 1.799. Es difícil que una mejor salud le hubiera permitido tener una vida intelectual más fructífera, tras conseguir estudiar y licenciarse merced a una beca, sus estudios de matemáticas, historia natural y astronomía solo fueron el principio de una intensa carrera intelectual. Es bastante probable que sus limitaciones físicas sirvieron de acicate a su natural curiosidad y también le ayudaran en su notable capacidad de observación, sin duda su mayor cualidad. No hubo rama del saber que se librase de su estudio y su aguda visión: teología, literatura y poesía, filosofía, física experimental, química, astronomía... a partir de su vivencia universitaria no dejaría de escribir y publicar artículos de la más diversa índole en las revistas de la época, aparte de ser un reputado profesor universitario e investigador, de hecho fue el primer físico experimental de su país. Pero como he comentado antes... serían sus escritos privados recogidos en esos cuadernos que guardaba para sí, los que finalmente le reportarían un lugar en la inmortalidad como uno de los mejores escritores alemanes de su siglo, y también como uno de los más grandes autores de aforismos de todos los tiempos.

De forma metódica Lichtenberg anotaba sus impresiones sobre los más diversos temas en los mismos, en ocasiones nos encontramos con pensamientos de una sola línea, otras veces se trata de fragmentos más elaborados que parecían mini tesis. Como muy bien explica el autor del largo prólogo, todo un estudio introductorio de más de 100 páginas, Feliciano Pérez Varas, la definición de lo que es un aforismo se presta a bastante confusión, de ahí que nos proporcione una especie de historia resumida del "aforismo" a lo largo de la historia de la literatura, seguramente necesario para poder situar mejor al autor en su contexto. 

El retrato que se nos presenta a través no solamente de la presentación que del autor hace la presente edición, sino sobre todo a través del material recogido es el de un pensador ilustrado poco menos que ideal, todo un apóstol de la ilustración, posiblemente el más genuino representante de la misma en Alemania, mejor incluso que Kant. Un defensor a ultranza de la capacidad de la razón humana, y por lo tanto, enemigo declarado de toda superstición, pero también enemigo de todo prejuicio y distorsión cognitiva creado por la fuerza de la costumbre y el dogmatismo. Vivió seguramente en una época donde tuvo que lidiar con montones de intelectuales y eruditos mediocres a los que no se cansó de desenmascarar y criticar, de forma inmisericorde aunque siempre irónica. Lichtenberg ante todas las cosas fue un excelente observador del género humano, de sus limitaciones, de sus ridiculeces y de sus miserias... y a la vez como pensador ilustrado, un optimista redomado y un declarado defensor del progreso de la humanidad.

En sus aforismos, o al menos en los recogidos en esta incompleta edición, aparece aunque no de forma obsesiva, el tema de la religión, con la que se mostrará muy crítico... pero no contra el fondo de la misma, Lichtenberg era creyente, aunque tenía una idea de la religión bastante alejada de cualquier beatería, y como protestante no resulta extraño que cargase las tintas contra el catolicismo, aunque este es siempre un tema menor. No se puede decir lo mismo de su tema favorito, el ser humano:

"Con respecto al cuerpo, con certeza, hay si no más por lo menos tantos enfermos imaginarios como reales; con respecto a la mente hay tantos, si no muchos más, sanos imaginarios como sanos reales"

Referencias a la psicología humana, al espíritu humano, al cuerpo... también a las ramas del saber, especialmente a la filosofía, la religión, la ciencia y la naturaleza, la lengua y la literatura, el arte, la política y la historia, el arte de vivir, el amor, la suerte, las mujeres... y esa colección de cortos aforismos titulada irónicamente "verdades de perra chica", algunas de las cuales han pasado al acerbo cultural europeo:

"Hoy en día, el derecho del más fuerte se ha perdido, salvo la libertad de cerrarle la mano a cada uno en su bolsillo"

"Hay pocas personas que pueden poner un rostro inteligente cuando miran al sol"

"Donde la moderación es un error, la indiferencia es un delito"

"Cuando las personas dicen que no quieren nada regalado, es una señal, por regla general, de que quieren algo regalado"

Y como seña distintiva siempre el afilado, afiladísimo en ocasiones, humor pleno de inteligencia:

"Era un chico admirable; con apenas seis años ya sabía rezar el padrenuestro al revés"

"Él solía llamar a las facultades superiores e inferiores anímicas la Cámara Alta y la Cámara Baja, y muy a menudo aprobaba la primera un proyecto de ley que la segunda rechazaba"

"Frecuentemente, cuando un conocido pasa por delante de mi casa, me retiro de la ventana, no tanto por ahorrarle el esfuerzo de una reverencia, como por ahorrarme yo el bochorno de ver que él no me hace reverencia"

Lo mejor: Un personaje fascinante del que seguiré leyendo más cosas en el futuro, este pequeño ensayo proporciona una excelente introducción a esa magna obra que vale la pena atesorar en cualquier biblioteca. G. C. Lichtenberg era un pensador agudo, que escribía con gran estilo y cuyas máximas y pensamientos a cerca de muchas cosas siguen teniendo hoy todavía vigencia. Sus reflexiones, llenas de ingenio y sentido común, se siguen leyendo con placer a pesar del tiempo transcurrido. Todo un clásico digno de ser visitado una y otra vez.

Lo peor: Como sucede con los buenos aperitivos, uno no puede evitar quedarse con hambre de más... de ahí que me plantee la lectura completa de sus "cuadernos" en cuanto esté lista la edición completa de los mismos, mientras tanto... bien sirve este adelanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario