miércoles, 7 de septiembre de 2016

El complejo de Copérnico


Ficha:  "El complejo de Copérnico", Caleb Scharf, editorial Biblioteca Buridán, 297 páginas, ISBN: 978 841 6288694

Cuando en 1.543, y de forma póstuma, se publicó el trabajo de Nicolás Copérnico "De revolutionibus orbium coelestium", uno de los mayores hitos de la historia de la ciencia, comenzó un proceso de devaluación de la importancia de la Tierra y del ser humano en el cosmos que no ha cesado hasta nuestros días. Aunque pude ver una conferencia hace tiempo de alguien que afirmaba que identificar el centro del universo con la Tierra, y de ahí considerar que esta era lo más importante por ello era una solemne tontería... el conferenciante subrayaba que dicha posición era en todo caso denigrante, ya que situaba el mundo bajo nuestros pies, mientras que lo más elevado, el reino celestial, se situaba en las alturas, precisamente alejado de dicho "centro".

Estemos equivocados o no en relación a la importancia que se otorgaba a situar la Tierra, y al hombre, en ese centro del universo, lo cierto es que tras Copérnico, y sobre todo tras sus principales valedores posteriores, Kepler y Galileo, la Tierra dejó de ocupar ese lugar central y orbitar en torno al sol, luego vendrían más "giros copernicanos", y llegaría el conocimiento de que las estrellas del firmamento eran "soles" situados a enormes distancias, de que seguramente habían innumerables sistemas de soles y planetas como el nuestro, de que ocupábamos un lugar insignificante en la periferia de una inmensa estructura denominada galaxia con más de cien mil millones de estrellas... y que había más de cien mil millones de galaxias esparcidas por un universo de dimensiones que escapan a la imaginación humana, y que el universo tuvo un inicio en el tiempo, que seguramente tendrá un final, y que se encuentra en rápida expansión... vamos que de ser el centro del universo y los reyes de la creación, a ocupar un lugar insignificante en un universo inimaginablemente inmenso, frío y vacío en su mayor parte.



Esa reubicación de nuestra posición y la toma de conciencia de nuestra verdadera insignificancia en términos de tamaño y localización vino también acompañada de una "devaluación" constante de la singularidad de la vida y la especie humana, es lo que el autor de este libro, Caleb Scharf director de astrobiología de la Universidad de Columbia denomina "complejo de Copérnico"... es decir la obsesión, justificada o no, de quitarnos importancia en todos los sentidos, de quitar relevancia alguna tanto a la Tierra, la vida e incluso a la humanidad... somos insignificantes en cualquier aspecto que podamos pensar ¿o no es así?. El autor propone que examinemos la cuestión de forma detenida, con pruebas concluyentes que o bien nos permitan afirmar nuestra insignificancia, o bien, que nos muestren lo extraordinariamente "raros" que somos, vamos que nos encontramos en un lugar que si bien no podemos llamar "centro del universo" pues tal cosa no existe que sepamos, está lejos, enormemente lejos de hecho, de ser considerado como vulgar o corriente.

Y es que este "complejo" durante mucho tiempo fue más o menos asumido, hasta el punto que hasta bien entrado el siglo XIX los científicos suponían que si la Tierra no tenía nada de especial, la vida tenía que ser un hecho común en el universo, se imaginaron que hasta nuestro mismo sistema solar, e incluso la Luna, podían albergar vida, vida inteligente e incluso civilizaciones. Ni que decir tiene que esa etapa de elucubraciones delirantes sin fundamento alguno han quedado más que superadas... sin embargo seguimos viendo esa obstinación por considerar la irrelevancia del fenómeno de la vida y la vida inteligente, parece que por fuerza esta ha de surgir de forma espontánea, aunque tarde miles de millones de años, a partir de la superior organización de la materia inerte... un proceso sobre el que todo son conjeturas, por muy apasionantes que sean. El caso es que el autor se pregunta si tenemos alguna forma de evaluar nuestra relevancia en el cosmos a partir de nuestra "excepcionalidad"... ¿es la Tierra el único mundo que alberga vida? ¿hay alguna forma de saberlo a ciencia cierta o al menos aproximada a la luz de nuestros conocimientos?.

 Durante años los científicos han usado distintos baremos, diferentes "varas de medir" en base a lo que conocemos ya con seguridad, tomando el ejemplo de la Tierra,  su clima,  su historia geológica, de lo que se sabe sobre la formación del sistema solar,  la composición del mismo con una estrella "mediocre" pero estable,  las órbitas planetarias,  la composición y la evolución de la atmósfera y el conocimiento que se tiene de cómo eran las condiciones iniciales... etc etc, y lo cierto es que todas esas suposiciones, o casi todas, han resultado ser poco acertadas para ser usadas como referencia... y eso por decir algo.

Desde el principio Caleb intenta desmarcarse de toda visión antropocéntrica, pero reconoce que es extremadamente difícil, en uno de los momentos más interesantes del libro se pregunta si nuestra visión del cosmos, o por lo menos la evolución de la misma, hubiera sido igual de haber visto la luz en un sistema solar diferente donde, por ejemplo, la disposición de los planetas hubiera dejado muy clara la órbita de los mismos en torno a un sol central, o donde por ejemplo hubiésemos tenido dos soles gemelos orbitando en torno a un punto de gravedad común y el resto de mundos girando en torno a esa "pareja"... indudablemente que la historia de nuestra cosmología hubiera sido muy distinta.

Hay muchos elementos que convierten cualquier conjetura sobre nuestra relevancia en el cosmos en imposible de calcular, el único elemento que arroja un poco de seguridad según el autor es la existencia comprobada, de momento, de una misma química y leyes de la física, lo que hace pensar razonablemente que si la evolución de la química terminó causando el origen de la vida, el salto de lo inanimado del mundo mineral a la complejísima realidad de la biología, incluso en su modo más simple, hay razones para pensar que eso mismo haya podido ocurrir en infinidad de mundos que han tenido la misma oportunidad que el nuestro a lo largo de un dilatadísimo periodo de tiempo. Este punto de partida inicial será prácticamente la única concesión que Caleb hará a la especulación.



La verdad es que aunque el autor se compromete a encontrar una respuesta razonable lo único que vamos a ver durante el desarrollo del mismo es una sucesión de "no es posible, no se puede, es imposible, no hay datos... ", seguramente es uno de los puntos fuertes del libro, la honestidad, aunque en algunos momentos resulta un poco enervante :-). La cosa se pone interesante cuando Caleb comparte con el lector los últimos conocimientos sobre el descubrimiento de "exoplanetas" y la dinámica planetaria en relación con nuestro sistema solar y las simulaciones por ordenador. Cuando no se habían descubierto todavía planetas externos a nuestro sistema solar parecía bastante razonable lanzar hipótesis sobre los sistemas planetarios por descubrir tomando el nuestro como modelo... menudo chasco cuando empezaron a aparecer planetas rocosos mucho más masivos que la tierra y planetas gaseosos más pequeños que Urano o Neptuno, por no hablar de que las órbitas excéntricas, en ocasiones hasta extremos inverosímiles, eran más frecuentes de lo previsto... la variedad de disposiciones planetarias no parece tener límite, en ocasiones nos encontramos incluso con distribuciones completamente dispares a nuestro sistema, y lo más raro de todo es que dejan a nuestro propio sistema solar en un lugar especial... como uno de los más raros y poco frecuentes de toda la gama descubierta. 

El hecho de saber ya con toda seguridad que los sistemas planetarios son sistemas dinámicos, que pueden cambiar mucho con el transcurso de los millones de años desde su formación, que los hay que parecen haber atravesado un periodo realmente violento, así como los relativamente estables como el nuestro, además de la contaminación y los cambios motivados por los intrusos como los cometas... crean un cuadro donde parece imposible predecir nada y mucho menos aventurar hipótesis sobre la presencia de vida. Esta parece depender de tantos ajustes, tantas eventualidades, tantos factores... que cobra fuerza la hipótesis de que realmente el nuestro es un mundo realmente singular, aunque esté formado por las mismas piezas y componentes que el resto. Entramos de lleno en la dinámica del caos donde tenemos que abandonar los cálculos exactos y movernos siempre en el terreno de las probabilidades, no importa la potencia de los equipos informáticos usados para las simulaciones planetarias.

Poco más que decir de un libro donde se nos hablará un poco de todo, de descubrimientos sobre la naturaleza del cosmos, del destino final del universo y cómo afectarían esos "últimos tiempos" a la observación de un hipotético ser inteligente, de la historia de la observación del espacio y el estado actual de los conocimientos que tenemos sobre el cosmos, de la teoría del cáos que nos advierte de la imposibilidad de calcular con exactitud las evoluciones planetarias... en fin, de tantas y tantas limitaciones y barreras que nos podemos encontrar a la hora de hacer previsiones mínimamente fiables, y de que la ciencia hoy por hoy no puede sino entrar en el terreno de la especulación cuando pisa este campo, por mucho que parezca caminar sobre terreno firme, estamos ante un inmenso pantano donde hay pocos trozos de terreno firme en los que apoyarse... y donde en ocasiones parece que no queda ninguno al alcance de nuestros pasos para seguir avanzando.


Lo mejor: Un buen ensayo que intenta poco menos que la cuadratura del círculo, lo imposible, pero que tiene como principal virtud la honestidad y que consigue impregnar de ese sentimiento de asombro ante lo desconocido al lector. Quizás no consigue llegar a ninguna conclusión definitiva, no nos puede dar datos y cifras que nos hagan darnos una idea de nuestra relevancia en el cosmos... pero nos dice al menos porqué dicha estimación hoy por hoy no se puede hacer, y desde luego deja el camino abierto a la conclusión de que efectivamente somos más singulares de lo que, llevados por ese complejo de Copérnico, somos capaces de admitir.

Lo peor: Dentro de diez o veinte años a lo sumo habrá que volver a replantear muchas de las cuestiones apuntadas por el libro, para bien o para mal nos encontramos en una encrucijada en relación con nuestro conocimiento del cosmos. Aunque Caleb se mete un poco en el tema de la filosofía de la ciencia y en lo que implican los conocimientos actuales en relación con el ser humano y su significación en el conjunto del universo... la verdad es que al final no puedo evitar la sensación de que todo el libro no es más que un encogimiento de hombros y un estrellarse contra un muro. Hay dos momentos del libro que me resultaron humorísticos (aunque no sería esa desde luego la intención del autor), uno es cuando en un arrebato comenta "Maldita sea la metafísica", y otro cuando explica que no conoce a nadie a quien no le interese el tema de la relevancia del ser humano en el universo... precisamente sin "metafísica" lo que podemos decir hoy por hoy cuando especulamos sobre el fin del universo y la presencia de la vida en él es bien poco, por desgracia, puras especulaciones en muchas ocasiones cogidas con alfileres donde lo que se ignora es casi todo... y en cuanto al interés sobre este tema... pues que Caleb es muy afortunado con las personas que tiene a su alrededor ;-).


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