sábado, 1 de junio de 2013

Etocracia y Cartas a Eugenia - Especial Holbach



"Unas leyes fundadas sobre la moral constituyen la felicidad permanente de las naciones, de los soberanos, de toda clase de ciudadanos, de las familias y de los individuos. Sin moral o sin virtud ningún hombre, ninguna sociedad, ningún pueblo puede ser feliz sobre la Tierra"

Ficha: Etocracia, Paul Heinrich Dietrich barón de Holbach, editorial Laetoli, 206 páginas, ISBN: 978 849 2422579

Conocí la existencia de esta colección dedicada a los pensadores más radicales de la ilustración francesa del siglo XVIII a través de un ejemplar de la obra de Helvetius "Del espíritu" ojeado en la Biblioteca Regional de Murcia, si bien desistí de su lectura completa tras tomarlo en préstamo y tenerlo unos días por casa debido a su voluminoso tamaño, decidí que dicha colección merecía sobradamente mi interés. En diciembre del año pasado se publicaba esta obra del barón de Holbach, "Etocracia. El gobierno fundado en la moral" aquí comentada, mucho más asequible y breve, que en esta ocasión ha sido leída íntegramente y no solamente eso, me ha impresionado muy favorablemente... tanto que no he podido evitar la tentación de tomar en préstamo otra obra del desconocido filósofo francés del siglo de las luces, "Cartas a Eugenia" y leerla conjuntamente. No será lo último que lea o comente aquí en este blog del ya para mí "divino barón".

Hasta ahora solo existía una versión de la obra más importante de Holbach "Sistema de la naturaleza" en castellano, y además perteneciente a una editorial ya extinta... de ahí que cuando la editorial navarra Laetoli comenzó su colección "Los ilustrados" comenzasen precisamente por esta obra y por este autor, injustamente olvidado y menospreciado junto con Meslier, Fougeret, Helvétius y otros que están finalmente siendo rescatados del olvido por este proyecto editorial digno del mayor de los elogios. Como muy bien señala Josep Lluis Teodoro en el epílogo Holbach ni es un escritor con gran estilo ni tampoco es original, su filosofía es un compendio de multitud de ideas de carácter materialista que abundaban en su época, su estilo es reiterativo y pesado en exceso... sin embargo posee una pasión y una radicalidad de la que carecen otros filósofos mucho más leídos e influyentes como Rousseau, Voltaire, Diderot... en el caso de la mayoría de los pensadores más conocidos de la ilustración francesa existe un consenso "deista" , es decir, si bien renegaban de la iglesia, de la religión y su visión de un Dios personal en contrapartida defendían la existencia de un Dios arquitecto del mundo, de una especie de diseñador de los mecanismos de la naturaleza. En general los filósofos ilustrados, al menos los más conocidos, se negaron a dar el paso hacia un ateísmo más radical.

No fue ese el caso de Holbach y de otros como él, en este caso no es solamente una opinión personal... es que su filosofía era decididamente materialista y hedonista, defendida además con gran pasión en sus escritos. No es de extrañar que la mayoría de los mismos fuesen publicados con nombre falsos. El barón consiguió mantenerse al margen de polémicas y aunque sus ideas eran bien conocidas en los círculos intelectuales en los que se movía nunca tuvo problemas legales ni los encontronazos con la justicia que hubieran sido inevitables ya que su obra en su mayor parte fue prohibida por el antiguo régimen. Hay pues que tener en cuenta este detalle a la hora de comentar cualquiera de sus libros.

Estas tres fases se dan en su pensamiento, según Michel Onfray que también le estudió y comentó a fondo en una de sus obras, primero una deconstrucción del cristianismo, segundo una elaboración de una filosofía propia, sensualista y atea, y finalmente una propuesta política utilitarista basada en las leyes morales. En esa tercera fase de su pensamiento podemos encuadrar "Etocracia". Choca ver en una obra de un escritor que ha publicado la mayor parte de sus libros con nombres falsos en la más rigurosa clandestinidad una dedicatoria a su rey, el entonces Luis XVI, arquetipo en aquellos momentos para él de monarca ilustrado. Gracias a esta moderación que impregna la obra, aunque no está exenta de interés ni de espíritu reformista sino todo lo contrario, es por lo que no fue prohibida. Sin duda alguna que el barón conocía muy bien cuando publicar algo bajo su nombre, lo que sería censurado y lo que no, conocía pues muy bien los límites bajo los que tenía que escribir. 

La idea central del libro es muy simple, las leyes de un país han de adecuarse perfectamente a la moralidad, esta a su vez ha de tener como objetivo fundamental la felicidad del mayor número posible de ciudadanos, el utilitarismo como vemos como teoría política estaba dando sus primeros pasos, y naturalmente cada ciudadano desde el rey al último campesino ha de estar sometido a estas leyes. Holbach suscribe la idea en este libro de que es posible realizar una reforma interna en un estado que derive finalmente en una sociedad más justa y libre, y por ende más feliz.

Nada pues del pensamiento "sudversivo" de sus principales obras donde realiza una sistemática demolición del cristianismo, el papel de la iglesia y su relación con el estado. Aquí tenemos a un Holbach conciliador, defensor a ultranza de la razón, de la moral y de la adecuación de las leyes a la misma. Todo es posible para él, aunque quedan dudas de que lo creyese realmente, a través de la acción de un monarca ilustrado, convenientemente educado y portador de estas ideas de renovación política a través de las leyes.

Tras un planteamiento inicial donde deja bien clara su posición de partida a favor de un gobierno fundamentado en leyes morales Holbach con su característico estilo machacón, reiterativo y apasionado irá describiendo, más bien cincelando a martillazos sus ideas al respecto. Pasiones aparte Holbach era un pensador enórmemente sistemático, por lo que he visto hay siempre orden y claridad tanto en su prosa como en la esctructura de sus obras, de ahí que de arriba hacia abajo realice una disección de las clases sociales y elementos del estado capítulo a capítulo, comenzando naturalmente por el dedicado al monarca, la nobleza, los militares, los magistrados, los sacerdotes, ricos y pobres, los sabios las ciencias artes y letras, educación, vida privada, los delitos, los vicios y desórdenes públicos y finalmente para las costumbres. Nada es dejado al azar, todo está relacionado entre sí y de una forma admirable. A este tratamiento sistemático une como comento antes una gran claridad expositiva, Holbach no escribía en general para eruditos ni para filósofos de profesión... él mismo tampoco era un gran especialista aunque si en cambio un hombre de una enorme cultura y erudición que dominaba no solamente sus dos lenguas nativas, el alemán y el francés, sino también poseía avanzados conocimientos de inglés que le permitieron traducir y editar varias obras de pensadores de la nación británica. Amén de los más diversos conocimientos en casi todas las materias que se podían estudiar en su época, sus contemporáneos quedaban siempre impresionados por sus alardes de erudición de los que hacía gala en las reuniones de los círculos intelectuales, de las que era un gran promotor.

"Bajo el despotismo y la especulación, una nación se llena de tiranuelos altivos que, sintiéndose protegidos, hacen impunemente la guerra a todos los ciudadanos y los someten a tributo. La sociedad se convierte entonces en víctima de una multitud de espías, delatores y bribones con autoridad que enturbian en todo momento la felicidad pública y privada con el pretexto de asegurar la tranquilidad del Estado. Cuando gobiernan con justicia, el soberano y sus ministros nada tienen que temer de los buenos ciudadanos".

A pesar de su tono en general amable el libro no pierde por ello su interés, petición de la abolición de los privilegios de la nobleza, utilización sensata del estamento militar para obras de interés público en vez de mantenerlos en la ociosidad, abolición de los privilegios del clero y sometimiento de este a las mismas leyes que al resto de los ciudadanos más su utilización por el estado para tareas de educación, prioridad de la misma para mantener la paz social y construir un futuro mejor, mayor dignidad y ayuda para los más desfavorecidos, sometimiento y vigilancia de los comerciantes y banqueros... ideas avanzadas para su época y por suerte o desgracia completamente actuales.

"La fuente más corriente de las desdichas de los pueblos es el hecho de que los favores, las intrigas y la cuna, que raras veces suponen un mérito, hacen que sean llamados a los cargos más importantes hombres sin principios, sin luces y sin buenas costumbres, cuyos vicios e incapacidades ponen al príncipe y sus súbditos en los mayores aprietos. Las dignidades y los altos cargos parecen a menudo ser sorteados en una lotería... Unos ministros incapaces perjudícan a su país y hacen despreciable al soberano que les da su confianza."

¡Caramba! ¿habla de su tiempo o del nuestro? ¿de la Francia del XVIII o de la España del XXI? ;-). Holbach en sus ejemplos sobre lo que debería ser contrapuestos a lo que no debería ser indudablemente lanza afilados dardos a la realidad imperante en su país y en la Europa del dieciocho, de forma indirecta claro, pero es evidente que el libro está cargado de crítica social de principio a fin. No importa por donde se lea, cualquier capítulo, cualquier página al azar... el estilo es el mismo, las frases lapidarias y contundentes forman parte del personal estilo de su autor, cada párrafo parece sujeto con clavos y remachado contundentemente. No solamente el ideario sino también la pasión es la marca de la casa del "divino barón", una pasión benévola y firmemente anclada en la defensa de la virtud y una moral de corte marcadamente humanista.

Lo mejor: Simple, directo, apasionado, sistemático... leer a Holbach es un todo un placer que recomiendo. Un gran pensador, un apasionado de la razón que no se contentó con disfrutar de su posición económica desahogada heredada como tantos seres mediocres hubieran hecho y trató de difundir todo cuanto pudo unas ideas en las que creía sin regatear esfuerzos. Este interesante libro es una pequeña prueba de ello. Que a nadie despisten sus más de doscientos años de antigüedad, gran parte del pensamiento de Holbach sigue teniendo plena vigencia y suenan hoy tan "frescas" como cuando fueron escritas, en algunos aspectos incluso más.

Lo peor: Que un pensador de esta talla y semejante talento haya estado sin traducir al castellano hasta fechas tan súmamente recientes. Pese a su claridad expositiva estamos ante un ensayo de filosofía política, tampoco es una lectura típica de evasión, ni posee el estilo fluido y ameno plagado de ejemplos actuales de un escritor de nuestro tiempo.





"Los prejuicios arman de tal modo a los hombres que el mundo está lleno de personas que, a pesar de su juicio, se resisten obstinadamente a las demostraciones más evidentes. Unos ojos cerrados por mucho tiempo sólo soportan la plena luz con muchas dificultades, los párpados se entreabren un instante y se cierran acto seguido. Las verdades más patentes no son para la mayoría de personas más que destellos incómodos de los que se libran enseguida sumergiéndose en la oscuridad"


Ficha: Cartas a Eugenia, Paul Heinrich Dietrich barón de Holbach, editorial Laetoli, 214 páginas, ISBN: 978 849 2422272

Esta es una obra de carácter marcádamente diferente de la anterior, aquí desde luego no hay ya dedicatoria a rey alguno, tenemos al divino barón en su elemento más querido, la demolición y destrucción sistemática de los dogmas y los fundamentos del cristianismo y de las religiones en general, y una defensa apasionada del ateísmo. Lo digo ya, había que tenerlos muy "bien puestos" para declararse públicamente ateo en la sociedad del antiguo régimen francés. No era en absoluto como ahora, ni por asomo... un escrito donde se pusiese a caldo al cristianismo y la religión católica no solamente era sistemáticamente prohibido sino que quien tuviese relación con el mismo, ya fuese el autor, el editor o incluso cualquiera que lo distribuyese podía tener "problemas", un ejemplo:

Comenta Diderot en una carta a una amiga suya como una pareja de ciudadanos franceses que recibieron un ejemplar de una obra anterior de Holbach "El cristianismo al descubierto", totalmente prohibida, como pago a sus servicios, fueron denunciados, públicamente exhibidos en la picota, azotados, marcados con hierro candente y condenados, el vendedor a cinco años a galeras, el comprador a nueve y la mujer de este recluida en un asilo de por vida. No es extraño que obras como la mencionada y esta que comento a continuación fuesen editadas clandestinamente, bajo nombre falso de algún autor ficticio o ya fallecido, y naturalmente vendidas y distribuidas secretamente.




Holbach  nació en 1.723 en la región del Palatinado, en la ciudad de Edesheim, una región que aunque perteneciente a un principado alemán poseía notable influencia francesa. Al morir su madre  queda bajo la educación de su tío, barón de Holbach, poseedor de una gran fortuna, el cual le nombra su heredero y le transmitirá sin duda alguna de sus propias ideas progresistas, de ahí que escogiese para su formación  la universidad holandesa de Leiden, la más avanzada de su época en estudios de la naturaleza y verdadero crisol de ideas ilustradas, que Paul Heinrich debió absorber como si de una esponja se tratase. A los 25 años de edad se traslada a París, donde su tío tenía una mansión, allí comienza una incansable labor intelectual, primeramente como traductor de importantes obras científicas del alemán al francés, labor por la que fue reconocido en ambos paises, y sobre todo como colaborador de la "Enciclopedia" de Diderot y D' Alembert, la más monumental obra de conocimiento de su época, a ella contribuiría personalmente con casi 400 artículos y seguramente también con aportaciones financieras. Su mansión de París y una villa que poseía también en la campiña fueron durante años uno de los principales centros intelectuales de París, allí se llegaron a reunir parte de las cabezas pensantes más famosas de la época, Diderot, d' Alembert, Helvétius, Adam Smith, David Hume, Edward Gibbon, Benjamin Franklin... entre otros muchos. Diderot apodó a las reuniones "cenas en la sinagoga" debido a la seriedad imperante, las frivolidades y la diversión estaban proscritas, el ambiente era relajado pero no se iba allí a chismorrear desde luego entre tanta eminencia gris :-)



La publicación de la obra de Helvetius "Del espíritu" que acarreó un escándalo monumental por su fuerte crítica a la religión y defensa de un ateismo materialista ocasionó también la prohibición de esta magna obra del saber, la citada "Enciclopedia", a la que había dedicado tantos esfuerzos. En el año 1.754 su vida dió un enorme vuelco a raíz de varias desgracias, la peor de todas sin duda fue la muerte de su jóven esposa tras dar a luz su primer hijo y ese mismo año mueren también su tío y su suegro, heredando por tanto Holbach una gran fortuna. El dolor de la pérdida sumado a las nuevas posibilidades que le ofrecía ese caudal de dinero le hicieron entregarse en cuerpo y alma a su labor intelectual en defensa del más radical ateismo. Primero como editor de obras críticas con la iglesia, posteriormente como escritor de algunas de las soflamas más apasionadas que se hayan escrito nunca contra el cristianismo como la citada "El cristianismo al descubierto" y "Cartas a Eugenia" aquí comentada.

 En el siglo XVIII estuvo de moda el género epistolar, nada nuevo por supuesto pues estaba ya presente en bastantes obras clásicas. Esta forma de estructurar una obra dividiéndola en diferentes cartas, habitualmente supuestas cartas, donde no se suelen transcribir las respuestas, llegó por supuesto también al ensayo filosófico. "Cartas a Eugenia" comienza con un prólogo donde como de costumbre se juega a despistar al lector sobre la autoría de las mismas... una buena idea teniendo en cuenta la naturaleza de las ideas expuestas en este caso, o tal vez fuera simplemente una licencia estilística. No se sabe el autor, ni la época exacta, ni el lugar donde fueron escritas... supuestamente se trata de las epístolas dirigidas por un hombre cultivado y erudito a una amiga también de alta cuna, la cual tras una crisis personal ha tomado la funesta decisión, a juicio del autor de las misivas, de abandonar su familia y su actual vida mundana para irse a vivir de por vida a un convento.

Son en total doce cartas, doce capítulos perfectamente estructurados en torno a una crítica concreta de la religión cristiana. No se si el escritor y polemista Christopher Hitchens leyó alguna vez a Holbach, no se tampoco si Dawkins y otros apasionados escritores defensores del ateísmo militante han leído al barón, probablemente no me temo, lo que no me cabe la menor duda es que cualquier furibundo ateo puede disfrutar un horror con la lectura de las ideas expuestas en este libro. La forma en la que de forma implacable y sistemática Holbach pulveriza el edificio del cristianismo hasta sus mismos cimientos es impresionante. Es difícil encontrar una crítica más ácida, más contundente y más completa de los fundamentos no ya del cristianismo sino de cualquier religión.

Antes de entrar más "en harina" tengo que hacer un poco de abogado del diablo y romper una lanza aparentemente en defensa de la religión. Es muy necesario tener en cuenta la situación personal del barón y su contexto histórico en el momento de la gestación de esta obra. Lo que hoy consideramos como fanatismo religioso era moneda corriente en aquella época, lo que hoy tomamos como "integrismo" era lo habitual en la Europa del dieciocho, eran tiempos en los que no existía todavía una verdadera separación del poder eclesiástico y el civil. Estaban además muy vivos los recuerdos de un pasado reciente en Francia en el que las guerras civiles y guerras de religión habían producido verdaderos ríos de sangre. El país vivía sumido en un orden social anquilosado e injusto donde una minoría aplastaba los derechos de una gran mayoría con la complicidad del poder político, judicial... y religioso naturalmente. Hay que pensar en como era la religión católica de entonces antes de extrapolar las críticas de Holbach a la religión de nuestros días y también hay que tener en cuenta como es la realidad actual del hecho religioso en comparación con esa época.

Así que antes de tener la tentación de ver al barón como un fanático desde la óptica tolerante y permisiva de nuestros días haríamos bien en pensar como era la vida de un intelectual de la época comprometido con la causa de la razón, dotado de gran sentido común y una gran humanidad al ver consternado el cuadro que presentaba la sociedad de su tiempo... la situación de la iglesia de entonces, año 1.768, bien poco tenía que ver con la actual, ni en Francia ni en ninguna parte de occidente. Aunque por desgracia hay que decir que sus pulsiones y su apego por vincularse con el poder siguen vigentes y siguen teniendo buena parte de sus miembros la tentación de volver a pasadas épocas gloriosas de antes de la revolución de 1.789. En aquel entonces se ocupaban además de la censura, y por lo tanto la iglesia era el principal escollo contra el que se estrellaban los intelectuales ilustrados de la época. Otro motivo más para entender el feroz anticlericalismo de Holbach.

En la primera carta su autor se presenta como un amigo de la citada Eugenia, le comunica su pesar por la decisión que ha tomado y le pide que la tome en consideración. Redactada en un tono de exquisita cortesía y sensibilidad nos muestra a un Holbach seductor y zalamero a más no poder, que parece que se toma una cucharada de miel antes de escribir cada párrafo... en fin, se trata de ganarse su confianza y demostrarle por activa y por pasiva que solo se desea su bien. No faltan los elogios a la susodicha dama en medio de una prosa elegante y exquisita... hay que decir que esta obra estaba sobre todo destinada al público femenino, al que se consideraba en aquel entonces peor preparado intelectualmente, de ahí que si ya de por sí Holbach escribe de forma sencilla en estas "Cartas a Eugenia" no ahorrará esfuerzos por presentar sus ideas de la forma más clara posible.

El tono cambia conforme van sucediéndose las cartas, más seguro de sí mismo, cada vez más apasionado y contundente, es sorpredente la capacidad del barón para encontrar blancos sobre los que arrojar sus dardos y la vehemencia de sus opiniones. Sin duda era una obra concebida no solamente para las mujeres y los lectores menos instruidos de la burguesía ilustrada sino también para ser distribuida en la clandestinidad, de ahí que desaparezca toda intención de añadir "paños calientes". Holbach jamás caerá en la vulgaridad, pero tampoco ahorrará epítetos "cariñosos" a la religión católica y entre ataque y ataque no olvida tampoco de usar la ironía:

"Si se nos dice que somos como lombrices de tierra respecto a Dios, o que estamos en sus manos como un tiesto en las de un alfarero, responderé que en ese caso no pueden existir relaciones ni deberes morales entre la criatura y su creador, y concluiré que la religión es inútil, puesto que la lombriz de tierra no debe nada al hombre que la aplasta, y que el tiesto no puede deber nada al alfarero que lo ha modelado, y suponiendo que el hombre no fuese sino un tiesto de arcilla a los ojos de la divinidad, no sería capaz de servirla, glorificarla, honrarla ni ofenderla"

"Los libros que contienen la revelación sobre la que se funda el cristianismo os mostrarán por todas partes a un Dios bueno que comete maldades, un Dios todopoderoso cuyos proyectos fracasan continuamente, un Dios inmutable que cambia constantemente de conducta y de reglas, un Dios providente que se encuentra a cada instante pillado por sorpresa, un Dios sabio cuyas medidas jamás tienen éxito, un Dios grande que se ocupa de minucias pueriles, un Dios que se basta a sí mismo y sin embargo es celoso, un Dios fuerte que está lleno de suspicacia, vengativo y cruel, un Dios justo que comete o prescribe las más atroces iniquidades. En pocas palabras, un Dios perfecto que nos muestra imperfecciones y vicios que harían enrojecer al más malvado de los hombres"

Y esto es solo una pequeña, una pequeñísima muestra de la contundencia del barón. Casi todo el libro es igual, críticas a las ideas de la religión, al contenido de la Bíblia, a los dogmas del cristianismo, a la teología, a los sacramentos y las ceremonias religiosas, a las prácticas religiosas y las oraciones, a las virtudes teologales y el ideal de perfección cristiana... así hasta la carta número ocho. Holbach no deja títere con cabeza, no deja palo sin tocar, hilo del que tirar. Su furia y su pasión fluyen incontenibles a lo largo de todo el libro... sin embargo es en los capítulos finales donde hinca más cruelmente el puñal y asesta los golpes definitivos.

La clave reside en que no importa que toda la religión sea de principio a fin una farsa o una impostura, alguien podría argumentar que aunque fuese así se trata de una farsa útil que proporciona beneficios a la sociedad y al individuo. Esa ha sido en ocasiones la actitud hipócrita, aunque relativamente comprensible, de algunos pensadores de la historia, incluso de algunos muy brillantes por desgracia. La idea de que sin religión estaríamos peor y que independientemente de su verdad o falsedad más nos vale tenerla que estar sin ella, que unos hombres sin religión están más perdidos, que una sociedad sin religión sería peor, e incluso estaría poco menos que condenada ¿que piensa Holbach de esto?... aquí es donde el divino barón le arrea una buena "patada en los huevos" a esta infeliz idea, y perdón por la expresión.

La carta número nueve ataca la idea de que la religión sea necesaria para el buen gobernar, de hecho en la época en la que fue redactado el libro no existía en casi ninguna parte una separación de iglesia y estado, tampoco es que exista hoy en la mayor parte del mundo... ahí tenemos el lamentable ejemplo del islam, y sin irnos tan lejos a casos tan extremos en nuestro querido occidente, inclusive en nuestro país, tenemos un tira y afloja constante de la iglesia con los gobiernos y sus políticas. En aquellos tiempos era mucho peor, inclusive en el más civilizado e ilustrado siglo XVIII que en el terrorífico siglo anterior escenario de guerras como la de los treinta años, con marcado carácter religioso aparte de económico y político, que convierten a cualquier guerra actual de nuestro siglo XXI ,excepto quizás la guerra civil del Congo, en riñas de patio de colegio en comparación. Hasta el tan cacareado y sanguinario conflicto árabe israelí es un chiste en comparación con las guerras de religión de los siglos dieciséis y diecisiete. Para Holbach la religión no solamente no es una ayuda para el buen gobierno de una nación sino también un serio impedimento, un lastre que se opone tercamente a cualquier reforma en pos de un futuro mejor.

"Ya es hora de que este espejismo desaparezca, ya es hora de que el género humano se preocupe por sus verdaderos intereses, siempre incompatibles con los de esos guías que creen haber adquirido el derecho imprescriptible de extraviarlos. Cuanto más examinéis la religión cristiana, más os convenceréis de que sólo puede ser ventajosa para quienes se han encargado de la fácil ocupación de guiar a la especie humana después de haberla dejado ciega". 

La carta número diez se centra en los supuestos beneficios que la religión puede aportar a título individual al creyente que la profesa, aquí Holbach es de nuevo implacable, los creyentes no son ni mejores ni peores que los ateos. Es más, aquellos que son buenos lo son por cualidades puramente personales, nada que ver pues con la fe que profesan. En nuestros días parece algo obvio de decir, pero en aquellos tiempos la palabra "ateo" era casi sinónimo de criminal, de alguien que si no había cometido ningún crímen o acción condenable estaba casi predispuesto a cometerla. La moral estaba acaparada por las prácticas y creencias religiosas hasta ese punto. Declararse en nuestros días abiertamente ateo era muy diferente de hacerlo hace doscientos cincuenta años. Se podía ser hombre sin fe, pero más valía no hacer demasiada publicidad de ello y en determinados círculos aparentar otra cosa, tal y como hoy sucede en los países donde impera el fanatismo religioso.

"... son precisamente las ideas abstractas, inciertas y engañosas que la religión ha inspirado siempre, y que a menudo han infectado hasta a los propios filósofos, las que han retrasado el progreso de la moral, y han convertido la ciencia más segura, clara y evidente para cualquier persona que piense en una ciencia dudosa, enigmática y llena de dificultades."

Hasta ahora solamente vemos ataques, más o menos virulentos, destrucción sistemática y críticas. Esto nos plantea un problema que Holbach tratará de resolver en las dos últimas cartas-capitulos. Veamos, si no podemos basar nuestra moral en la religión, si aceptamos abandonar esta y abrazar el más sincero ateismo y levantamos la bandera de la razón ¿sobre que construir pues las bases de una vida feliz y virtuosa?. Holbach abandona ya aquí su reiterativo, y en ocasiones excesivamente repetitivo, mensaje antireligioso, anticlerical, anticatólico y anti... lo que sea, para tratar de convencer a su amiga Eugenia, que a esas alturas tras el interminable chorro de argumentos "razonables" tenía que tener el cerebro más lavado que una esponja marina y huir de cuanto huela a religión a un kilómetro como gato escaldado, convencerla pues de que es posible una vida feliz, virtuosa, ética, y todo cuanto se quiera sin necesidad alguna de "espiritualidad certificada alguna", vamos que el camino de la razón y la reflexión personales puede suplir con éxito la práctica religiosa. El barón nos da la clave en la conclusión de la memorable onceava carta:

"Amar y practicar la virtud es el único modo de amar y honrar a la divinidad. Si existe un Dios que se preocupa por el bienestar de sus criaturas, si existe un Dios lleno de justicia y bondad, si existe un Dios sabio y razonable, no se enfadará con vos porque hayáis tenido en cuenta a vuestra razón. Si existe otra vida, ese Dios no podría haceros desgraciada en ella después de haberos utilizado para hacer felices en ésta a tantas personas."

Finalmente en el capítulo más importante del libro, el duodécimo y último, ya conocedor de que Eugenia ha resuelto finalmente abandonar la idea de ingresar en el convento, el narrador se muestra complacido de ver que sus esfuerzos han dado fruto y le advierte sobre los peligros de sus convicciones. Holbach sabía por experiencia de la fragilidad de las propias ideas, del hecho de que hay que estar alerta para no recaer de nuevo en la superstición, los prejuicios y el oscurantismo ,que eran moneda muy corriente en su época, llevados allí de nuevo por nuestra debilidad y la desesperación. Sus palabras suenan sorprendentemente modernas:

"Es imposible aniquilar de golpe los hábitos arraigados; el espíritu del hombre parece flotar en el vacío cuando le quitan de un golpe las ideas que durante largo tiempo le han servido de puntos de sustento y se encuentra en un mundo nuevo cuyos caminos desconoce. Cualquier sistema de ideas es efecto de la costumbre, el espíritu tiene tantas dificultdes para apartarse de su modo de pensar como el cuerpo cuando se le priva de la capacidad de actuación que le era familiar"

"Si queremos salir de nosotros mismos para meditar, mantengámonos, al menos, en armonía con la naturaleza. No abandonemos nunca la antorcha de la razón y busquemos sinceramente la verdad. Cuando nos sintamos inseguros, detengámonos o sigamos lo que nos parezca más probable, abandonemos nuestras ideas cuando nos parezca que están faltas de fundamento. Actuando de buena fe con nosotros mismos, no nos opongamos a los impulsos de nuestro corazón cuando estén guiados por la razón. Si nos dejamos asesorar por ella con las pasiones en calma, nunca nos aconsejará que admitamos delitos o vicios, ocultos o públicos. La razón nos demostrará que no tenemos que sentirnos orgullosos de complacer a un Dios sabio creyendo absurdos, ni a un Dios bueno haciendo cosas que nos perjudican a nosotros mismos y a nuestros semejantes"

AMÉN.


Lo mejor: Un poderoso y apasionado alegato no solamente contra el cristianismo y la religión en general, sino en también en defensa de la razón humana y el amor a la verdad. Holbach murió el mismo año en que comenzó la revolución francesa, se hubiera llevado una inmensa alegría al ver el comienzo de la misma, la caída del antiguo régimen y el triunfo de las ideas de la ilustración... y afortunadamente para él no le tocó vivir la época de terror revolucionario que la siguió, no tengo la menor duda de que se hubiera sentido horrorizado y hubiera terminado exiliado o sufriendo una suerte mucho más desgraciada. Una lectura más que recomendable para entender mejor la Ilustración. Resultan evidentes los motivos por los que este no fue un autor más traducido y divulgado. Aplaudo de nuevo la labor de la editorial.

Lo peor: Su guerra personal, su furor antireligioso fue llevado al extremo en esta y otras obras, aunque hay que aclarar que jamás cae en la tentación de incitar a la violencia, puede violentar al lector con creencias religiosas. No siempre sus ideas están al servicio de una razón inmaculada que tanto defiende. Spinoza decía que había que convertir la razón en pasión, Holbach sin duda lo hizo, pero hay que tener cuidado porque una vez convertida en pasión se puede perder pie fácilmente. Su estilo reiterativo, machacón e insistente resulta a veces un poco cansino, una crítica que sus contemporáneos le hicieron en ocasiones y que es fruto del formato filosófico al uso en su época. La identificación de superstición con religión y de ahí el paso a identificar esta con el vínculo con el poder no define completamente al fenómeno religioso, ahí pecaba notablemente de estrechez de miras.


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