domingo, 20 de mayo de 2012

Oráculo manual y arte de prudencia.

"51 Saber elegir. Vivir es saber elegir. Se necesita buen gusto y un juicio rectísimo, pues no son suficientes el estudio y la inteligencia. No hay perfección donde no hay elección. Ella tiene dos ventajas: poder escoger y elegir lo mejor. Muchos con una inteligencia rica y sutil, con un juicio riguroso, estudiosos y de cultura amena se pierden cuando tienen que elegir. Siempre se casan con lo peor, tanto que parecen hacer ostentación de equivocarse. Por ello, éste es uno de los máximos dones del cielo.

 
Ficha: "El arte de la prudencia", Baltasar Gracián, Ediciones Temas de Hoy, Edición de José Ignacio Díez Fernández, 184 páginas, ISBN: 9788478807680.

No es la primera vez que una casualidad o un inesperado golpe de suerte me pone ante una lectura que no figuraba ni remotamente entre la lista de libros por leer. El otro día poniendo órden en la biblioteca de casa apareció esta edición de bolsillo del inmortal clérigo aragonés. 

No es un autor en modo alguno desconocido para mí, todavía recuerdo la impresión que me produjeron en mis tiempos de estudiante de instituto los comentarios a sus obras en clase de literatura, siempre me llamó la atención y me pareció uno de los escritores más interesantes que produjo nuestro Siglo de Oro... a pesar de no haber leido nada suyo. Había una frase en el libro de texto de aquel entonces, los lejanos años ochenta, que comentaba "es un escritor con muchos menos lectores de los que merece", y tanto que es así, aunque creo que en parte por culpa de la dificultad de su estilo y su obsesión con las cuestiones de la moralidad y la ética. Incluso su obra cumbre "El Criticón", casi comparable a nuestro Quijote o a La Celestina en calidad y valor, está totalmente impregnada de enseñanzas de carácter filosófico. 

Otro asunto bien diferente es la dificultad del estilo de Gracián, junto con Quevedo es el máximo representante del llamado "conceptismo". La férrea censura de la época y la escasa libertad de la que gozaban los escritores, siempre en el punto de mira de la iglesia y de su brazo armado inquisitorial, les obligó a muchos a aguzar el ingenio y eludir el estilo llano y coloquial para enfrascarse en un "más difícil todavía" cuyos máximos exponentes fueron el "culteranismo" representado por Góngora, y el "conceptismo" representado por Quevedo y Gracián. Dos estilos completamente distintos, difíciles y oscuros. Decir poco con muchas palabras haciendo prevalecer la forma sobre el fondo en el primer caso, decir mucho con pocas palabras en el segundo.

Este es el caso de Gracián, una condensación de significados que en ocasiones llega casi a hacer opaco el significado de sus textos. Estilo que llegaría a su máximo exponente en este "Oráculo manual y arte de prudencia". Una falta de claridad totalmente premeditada que pretendía ensalzar y glorificar aún más el significado de las enseñanzas expuestas, en modo alguno se intenta dejar perplejo al lector sino por el contrario hacerle esforzarse para causarle una mayor impresión una vez desvelado el significado de lo que lee.

Afortunadamente no es necesario ser un entendido en el castellano del siglo XVII para disfrutar de la lectura de este pequeño pero gran, más que grande inmenso, libro. La edición que aquí comento ha sido convenientemente adaptada al castellano moderno con gran maestría, según la humilde opinión de un lego en la materia. Creo que en el caso de este libro hay muchas versiones distintas, desde la original comentada, hasta alguna otra tan adaptada al castellano de nuestros días que en ocasiones cuesta trabajo descubrir a Gracián y parece más un libro moderno de autoayuda. Es la tentación algunos "adaptadores" del texto original tienen, hacerlo tan moderno en aras de la comprensión que parezca haber sido escrito en este siglo.

Excelente el trabajo de la edición que comento aquí, he podido comparar su texto con el original del autor (extraido de la Biblioteca Virtual Cervantes) y con otra versión (un horror que circula gratis por Internet que no quiero ni nombrar para no darle publicidad). El responsable de la edición, arriba mencionado, ha trabajado con el texto de Miguel Romera-Navarro y también con la edición de Christopher Maurer y su adaptación del original al inglés. Posiblemente haya otras mejores pero en mi caso han conseguido hacerme disfrutar de un texto conocido por su dificultad haciéndolo accesible a un lector normal y corriente y a la vez conservar el carácter de clásico, se comprende perfectamente y a la vez uno no tiene la sensación de estar ante una obra completamente moderna... aunque, y esto es ya otra cuestión, sus enseñanzas sigan siendo tan actuales como siempre.


A continuación una muestra del texto original y la versión "actualizada" de este libro:
  
"18 Aplicación y Minerva. No ai eminencia sin entrambas, y si concurren, excesso. Más consigue una medianía con aplicación que una superioridad sin ella. Cómprase la reputación a precio de trabajo; poco vale lo que poco cuesta. Aun para los primeros empleos se deseó en algunos la aplicación: raras vezes desmiente al genio. No ser eminente en el empleo vulgar por querer ser mediano en el sublime, escusa tiene de generosidad; pero contentarse con ser mediano en el último, pudiendo ser excelente en el primero, no la tiene. Requiérense, pues, naturaleza y arte, y sella la aplicación.

"18 Aplicación y capacidad. No hay eminencia sin ambas, y si concurren la eminencia es aún mayor. Es mejor conseguir una medianía con aplicación que una superioridad sin ella. La reputación se compra con trabajo: poco vale lo que poco cuesta. Incluso para las más altas ocupaciones se deseó en algunos la aplicación. Raras veces es independiente del carácter. Se puede entender el no destacar en una ocupación baja por querer ser mediocre en un empleo más alto. Pero no hay excusa para quien se contenta con ser mediano en la última ocupación pudiendo ser excelente en la más alta. Se necesita, pues, naturaleza y arte, junto con aplicación.




La estructura del libro no puede ser más simple, un manual de bolsillo, breve, con trescientos aforismos con la consiguiente explicación de cada uno de ellos... y siempre con la prudencia como asunto principal en torno al que giran todas las enseñanzas. Enseñanzas desordenadas en cuanto a temática, en ocasiones un tanto repetitivas con evidentes intenciones didácticas como muy bien señala el editor en el prólogo.

Su lectura me ha recordado un poco a "El príncipe" de Maquiavelo, escrito un siglo antes, por la concepción del mundo de Gracián. Una concepción alejada por completo de todo idealismo, el autor aunque adopta una postura calificada de pesimista, típica del Barroco, y lo es hasta cierto punto, no se hace ilusiones respecto al mundo en el que vive, sabe que la astucia, la malevolencia, la ignorancia, las pasiones desatadas y la traición campan por doquier.

Contra estas adversidades de la vida previene al lector y le insta a encauzar su vida con sabiduría. A diferencia del secretario florentino Gracián no dedica su libro a los poderosos ni a nadie en particular, referencias hay en los mismos, pero no muchas la verdad. Es al hombre normal y corriente, o al menos lo suficientemente ilustrado como para leer su libro, es al que dirige sus consejos de vida. Consejos sobre la prudencia que el mismo Gracián debió obviar en muchas ocasiones... de ahí sus choques con la orden de los Jesuitas en la que militaba y que seguramente terminaron costándole la vida, llegó a estar preso durante un tiempo a "pan y agua"... y todo por publicar la tercera parte de su obra magna "El Criticón" sin el permiso expreso de la orden. Se la tenían jurada por dedicarse a escribir obras no relacionadas directamente con asuntos religiosos.

Sin duda alguna que estamos en un típico caso de escritor, y persona, que superó ampliamente las atribuciones que le fueron encomendadas, se salió del papel y fue objeto de envidias y ataques en vida como cualquiera que trascienda la mediocridad... de ahí que son frecuentes en sus consejos la prevención contra la maldad y la envidia, tuvo que ser algo que vivió en carne propia con frecuencia. No tuvo en vida el reconocimiento que merecía, y como ha ocurrido con otros grandes escritores españoles, tuvieron algunos autores extranjeros que descubrirlo y apreciarlo para ser reconocido aquí como se merece... y ni aún así.  Dicen que Schopenhauer aprendió castellano, entre otras cosas, para leer y posteriormente adaptar al alemán esta obra del inmortal Clérigo de Calatayud, Nietzche llegó a decir de la misma "Europa no ha producido nada más fino ni más complicado en materia de sutileza moral".

Si incluso de una obra clásica tan alejada a nuestra cultura occidental y lejana en el tiempo como "El arte de la guerra" de Sun Tzu, hay autores que han sacado enseñanzas para la vida actual sabiendo entresacar de sus consejos guerreros verdaderas joyas de sentido común ¿que no se podría sacar de un libro como este?... su lectura es un placer y algo más que eso, pocas veces, por no decir jamás, un escritor ha sabido destilar tantos y tan sensatos buenos consejos en tan breve espacio. Que a nadie le engañe su brevedad, si de densidad hablamos aquí no estamos ante una ligera y porosa piedra pómez... sino más bien ante un elemento infinitamente más pesado, más cercano al oro debido a su valor y su inalterabilidad con el paso del tiempo que al plomo, ya que su lectura convenientemente adaptada al castellano actual no tiene absolutamente nada de "plomífera". Más bien todo lo contrario, Gracián es tan parco en palabras, tan exacto y tan breve que no puede estar más en las antípodas del aburrimiento.


Lo mejor: Clásico entre clásicos, lleno de sabiduría y buen juicio que debería ser muchísimo más conocido que otros libros que no le llegan ni a la suela del zapato, perdón que ni al grosor de las tapas ;-). Aún hoy su lectura sigue siendo una gozada y apenas terminado a uno le quedan ganas de seguir "releyendo", aunque ahora al azar, cualquiera de esas 300 máximas y no perderlo de vista, en verdad que es uno de esos libros que hay que tener siempre a mano y más en estos tiempos que corren. Creo que es un elogio decir que necesita segundas y aún terceras lecturas, siempre tendrá algo nuevo que ofrecer.

Lo peor: Hay enseñanzas pletóricas de sentido común, otras parecen más hijas de su tiempo y de la personalidad de su autor. Da excesiva importancia a la reflexión y a la razón y en general solo nombra a los sentimientos en sentido peyorativo alertando siempre contra sus efectos perniciosos. Aunque nunca justifica una mala conducta y defiende la integridad moral, a veces su visión del mundo es demasiado pesimista y descorazona un poco (no es de extrañar que Schopenhauer lo adorase), pareciendo además incitar a una actitud un tanto pasiva, a un ocuparse cada uno de lo suyo... no en vano estamos ante una incitación constante a la prudencia y la reflexión que puede ser fácilmente malinterpretada. Aunque tampoco estaría mal que más de uno nos contagiásemos un poco de ese sentido común por lo general tan escaso.





2 comentarios:

  1. Muy, muy buen comentario, si señor, se ha lucido en cada una de las palabras dichas acerca de esta obra que algún día decidiré leer con el mismo entusiasmo que usted demuestra

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  2. Estupendo comentario. Soy lector del " Oráculo " desde hace 40 años. Me entusiasmé con él por unas reflexiones que el psiquiatra Castilla del Pino hacía sobre este libro. Yo recomendaría leerlo en alguna de las ediciones que hay en castellano de la época. La que se menciona aquí está adaptada al español de hoy, pero creo que pierde " gracia ". También es recomendable leerlo en un libro que lleve subtítulos, pues hay giros, comentarios sobre mitología , etc.. que , en ocasiones, son difíciles de entender sin la ayuda de los subtítulos. Es un gran libro de cabecera, para no dejarlo jamás.

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