"Efectivamente, ahí es donde actúa el veneno, en la subordinación de la acción a los ridículos y minúsculos fines de la permanencia en la función. No molestar al elector, no contrariarlo, jurarle la excelencia en lo insípido o en discursos artificiosamente encubridores de la realidad y sobre todo, reiterar la profesión de fe al modo mágico y religioso de los derviches giradores. El parlamentario se agita bajo sus oropeles de figurante en el escenario en el que trata de preervar y enmascarar lo que, entre bastidores, traman los actores realmente decisivos. Si lo supiera lo negaría, pues su excesiva vanidad no le permite aceptar la pobreza de su papel."
Ficha: "Política del rebelde. Tratado de resistencia e insumisión", Michel Onfray, editorial Anagrama, 320 páginas, ISBN: 978 843 3963 192
Comentar de nuevo aquí un libro de Michel Onfray es como volver a visitar a un viejo amigo, ahí quedan los libros comentados ya aquí de este interesante escritor y filósofo francés, concretamente su ameno y divertido "Antimanual de filosofía" que supuso su despedida del ejercicio de la docencia, "El sueño de Eichmann" que venía a matizar algunas ideas recogidas por Hannah Arendt en su histórico trabajo "Eichmann en Jerusalén", libro este último que espero poder comentar dentro de poco aquí, y sobre todo el manifiesto hedonista "La fuerza de existir" verdadera declaración de principios del pensador galo.
Este libro cuya reseña publico hoy viene a ser la continuación de ese manifiesto hedonista, al igual que este comienza con una declaración de principios personal enraizada en su propia biografía. Onfray en un ejercicio de honestidad bastante raro entre los filósofos comienza definiéndose a sí mismo, escribiendo sobre detalles de su vida personal... y no es un capricho egocéntrico ni un ejercicio narcisista, su filosofía en cierta forma es resultado de su carácter y sus experiencias vitales, de forma que es indisoluble de su biografía. Esa influencia decisiva seguramente existirá de forma más o menos velada en el caso de casi todos los pensadores, otra cosa es que lo reconozcan abiertamente. Onfray puede hacerlo sin sonrojarse, su vida, hasta donde yo se al menos, es un ejemplo vivo de su forma de pensar, imposible separar al filósofo del hombre en este caso.
Si en "La fuerza de existir" nos narraba su experiencia traumática del paso por el orfanato, experiencia que le marcó por vida y que constituyó un impulso decisivo para lanzarle de cabeza al mundo de los libros y del pensamiento a modo de refugio; en este caso nos hablará con todo lujo de detalles, reales o fruto de su imaginación deformada por el tiempo, de su paso durante un verano por la siniestra fábrica de quesos de su pueblo. El tono es el mismo, igual de tétrico, que el del orfanato... aunque ya aquí no estamos ante la experiencia dolorosa de un niño abandonado, estamos ante el ejemplo de un hombre hecho y derecho que decide decir basta. El momento en el que deja los guantes y el uniforme de obrero y decide salir de allí y mandar a paseo al capataz de la fábrica debe de ser uno de los momentos clave de la vida de Michel:
"Sólo el fantasma de mi infancia y mi adolescencia habita todavía esos parajes. Pero lo que jamás olvidaré, lo que llevaré conmigo a la tumba y nunca dejará de trabajarme el alma, es la mirada de quienes asistían a la escena ese día en que me despedí: una mezcla de envidia y de desesperación, un deseo de expresar lo que no podían permitirse el lujo de decir. Al escribir hoy este libro que desde entonces llevo en mí, pienso en los ojos vacíos de quienes no pueden entregar su mandil".
No hay la menor duda, su filosofía, su vida y su carácter corren parejas. Pocos hay que puedan decir lo mismo, seguramente nunca será honrado con ningún puesto oficial como Comte-Sponville, ni tampoco ocupará una cartera ministerial como Luc Ferry, ni falta que le hace. Onfray es el fundador de la universidad popular de Caen, un logro personal del que podrá estar satisfecho toda su vida. Estamos hablando de un hombre que lleva toda su vida empeñado en ser la viva imágen de las ideas que profesa, libertario, hedonista, "nietzscheano de izquierdas", defensor de un ateísmo materialista con la máxima primera y última de "gozar y hacer gozar".
Al igual que hice en mi crítica anterior de Žižek es necesario escucharle y verle en acción, al igual que en el caso del filósofo esloveno Michel Onfray tiene muchos vídeos en Youtube, algunos de ellos subtitulados al castellano, en ellos le veremos asistir a debates televisivos y a espacios culturales sobre su pensamiento e ideas que vale la pena visitar.
No estamos aquí ante el rey de los "tics" nerviosos ni ante un personaje extravagante, sino más bien ante uno de los pensadores más lúcidos e inteligentes de nuestros días que hace siempre gala de un gran autocontrol y sentido común. Es curioso verle tan tranquilo y equilibrado a la vez que hace frente a todo tipo de preguntas y ataques a sus ideas... esa tranquilidad y presencia de ánimo se transforma en pasión y ferocidad sin concesiones a la hora de escribir. No posee el estilo elegante y pulcro de un Compte-Sponville, aquí estamos ante el rey de los adjetivos y epítetos, en ocasiones su prosa deviene en pura poesía, otras raya en la pedantería y la artificiosidad... pero siempre de forma apasionada, Onfray no es un escritor políticamente correcto aunque nunca pierde la elegancia, nunca cae en el mal gusto ni roza siquiera la escatología... es incisivo y lacerante cuando quiere, y ante todo siempre tiene las ideas claras, otra cosa es que en muchas ocasiones prefiera dar rodeos y andarse un poco por las ramas.
No estamos aquí ante el rey de los "tics" nerviosos ni ante un personaje extravagante, sino más bien ante uno de los pensadores más lúcidos e inteligentes de nuestros días que hace siempre gala de un gran autocontrol y sentido común. Es curioso verle tan tranquilo y equilibrado a la vez que hace frente a todo tipo de preguntas y ataques a sus ideas... esa tranquilidad y presencia de ánimo se transforma en pasión y ferocidad sin concesiones a la hora de escribir. No posee el estilo elegante y pulcro de un Compte-Sponville, aquí estamos ante el rey de los adjetivos y epítetos, en ocasiones su prosa deviene en pura poesía, otras raya en la pedantería y la artificiosidad... pero siempre de forma apasionada, Onfray no es un escritor políticamente correcto aunque nunca pierde la elegancia, nunca cae en el mal gusto ni roza siquiera la escatología... es incisivo y lacerante cuando quiere, y ante todo siempre tiene las ideas claras, otra cosa es que en muchas ocasiones prefiera dar rodeos y andarse un poco por las ramas.
Tras la introducción ya señalada de su terrorífico e instructivo paso por la fábrica de quesos el libro entra en un emotivo primer capítulo donde se habla de los campos de concentración nazis y de la huella que dejaron en varios pensadores y como los campos pueden ser vistos como un símil ,exagerado pero cierto, de la explotación capitalista. El segundo capítulo utilizando una comparación con la "Divina comedia" de Dante nos hablará del infierno, no de los círculos infernales imaginados por el inmortal poeta florentino sino de la analogía del mundo moderno con el infierno dantesco. Onfray divide el infierno capitalista en tres círculos, el de los condenados, el de los réprobos y el de los explotados... con todo lujo de detalles y explicaciones llenas de referencias literarias, en su prosa el horror adquiere tintes dramáticos y poéticos, posiblemente lo mejor del libro.
Los dos capítulos siguientes se centrarán en el análisis del sistema capitalista y su mezcla indisoluble con la política y en los ideales de izquierda tomando como referente la revolución de mayo del 68 que según Onfray hay que volver a retomar y concluir, en vez de darla ya definitivamente por muerta y enterrada. El libro continúa con un análisis de la actitud y papel del individuo en el momento actual con una enconada defensa del individualismo como contrapunto al borregismo oficial. La obra finalmente termina con una defensa de Georges Sorel y su sindicalismo revolucionario como alternativa a la actual socialdemocracia, completamente servil con el sistema capitalista y cómplice del liberalismo económico, y también como alternativa a posturas más violentas y radicales.
Finalmente tendremos un breve capítulo homenaje a un activista francés del XIX y una especie de guía de lectura dividida en los mismos apartados del libro. Es complicado explicar con detalle un libro como este en el que el fondo y la forma se hayan unidas de forma tan íntima, todo cuanto puedo decir aquí a modo de conclusión es que este es uno de los pensadores que considero imprescindibles, no encuentro concebible afirmar estar al día en asuntos de filosofía contemporánea y no leer a M. Onfray, no es el único autor desde luego pero si que es de los más importantes.
Finalmente tendremos un breve capítulo homenaje a un activista francés del XIX y una especie de guía de lectura dividida en los mismos apartados del libro. Es complicado explicar con detalle un libro como este en el que el fondo y la forma se hayan unidas de forma tan íntima, todo cuanto puedo decir aquí a modo de conclusión es que este es uno de los pensadores que considero imprescindibles, no encuentro concebible afirmar estar al día en asuntos de filosofía contemporánea y no leer a M. Onfray, no es el único autor desde luego pero si que es de los más importantes.
Lo mejor: Michel Onfray en estado puro, imprescindible si ya se conoce la obra del filósofo francés. La lectura no siempre es fluida, no siempre se adivina el lugar al que el autor nos quiere llevar... pero el viaje vale la pena, ideas expresadas de forma contundente pero también poética, huyendo del típico estilo simple y descarnado. Un libro interesante, con temática de lo más actual, digno de ser leído con atención, y que como todo buen libro de filosofía capaz de mover a la reflexión. Hay una calidad literaria y un afán de expresar las ideas con belleza que seguramente tendría el beneplácito de su "archienemigo" filosófico Compte-Sponville, aunque posean estilos radicalmente diferentes :-).
Lo peor: En ocasiones demasiado endiosado, demasiado vagar y vagar por intrincados vericuetos para al final decir bien poco, demasiado barroco... Onfray es amante de los excesos. Al final el mensaje queda demasiado diluido, creo que por ello no consigue el impacto deseado en el lector. Interesante como ejercicio estilístico, como declaración de principios, como demostración de estética en el pensamiento y en el lenguaje y creo que poco más... en el momento en el que aborda el terreno de la acción directa del "que hacer" se pierde bastante, para tales conclusiones no era necesario dar tantas vueltas Michel. Creo que cuando deja de mirarse un poco el ombligo y aborda la crítica y el análisis de otros filósofos, especialmente ese trabajo fantástico que está realizando con su "contrahistoria" de la filosofía, es cuando brilla a mayor altura.
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