martes, 1 de enero de 2013

Cristal


"Me he hecho un café y lo he puesto junto a la máquina de escribir. La superficie del café vibra cada vez que le doy a una tecla, y la luz del sol, reflejándose en el líquido tembloroso, dibuja ondas en el techo, como el agua cuando tiramos en ella una piedra"

Ficha:  "Cristal", autor Sam Savage, Editorial Seix Barral, 237 páginas, ISBN: 978 843 22100 51


Sam Savage es un escritor de lo más peculiar, posee un estilo propio, un gusto por las situaciones dramáticas teñidas de humor negro y sobre todo por unos personajes bastante singulares... perdedores totales y absolutos que en sus obras se convierten en narradores de su peculiar mundo. Novelas donde no ocurre casi nada interesante, no hay aventuras, nada heróico, nada de acción... solamente la visión interior de unos personajes herméticos y encerrados en su mundo. 

En el caso de Firmín, indudablemente su obra maestra, es una situación forzada ya que estamos hablando de una fábula sobre una rata que se "humaniza" a través de la lectura pero que nunca deja de ser un animal... y por lo tanto no puede comunicarse con los seres humanos, aunque sienta y piense como un humano, hasta cierto punto, en cuerpo de rata.

En el caso de Andrew Whittaker, se trata de un hombre sumido en la ruina personal y económica que se niega a ver de forma objetiva, luchando contra viento y marea de forma necia contra la realidad que se obstina en ignorar refugiándose en la escritura como el símil del avestruz que esconde la cabeza en la arena... Aquí tenemos a un personaje, Edna,  que en algunos aspectos me parece el reverso de Andrew Whitaker.

Edna es una viuda que vive sola, aislada del mundo que le rodea, lleva más de una década viviendo en un pequeño piso, cada vez más sola si, pero es una soledad y aislamiento elegidos libremente, Edna no hace el menor esfuerzo por salir del círculo vicioso donde se encuentra... o tal vez no puede. El monstruo de la depresión la ha golpeado con dureza y conforme va cumpliendo años su mundo se va estrechando de forma inexorable. Un día recibe una carta de la editorial donde su marido publicó un libro de cierto éxito, van a reeditar el mismo y le piden que les escriba un prólogo breve donde hable de su marido. Ella tras pensar en rechazarlo accede finalmente, aunque no será un prólogo breve, el resultado de su labor de escritura es este libro.


Edna rescata una vieja máquina de escribir del armario donde la tenía guardada y comienza a "darle a la tecla", expresión que veremos repetida una y otra vez... en esta suerte de engendro de prólogo, no puedo calificarlo de otra forma, nos hablará de su relación y su vida con Clarence, su marido, pero también de muchas otras cosas. De su infancia, de su pasado reciente, de sus vivencias cotidianas, de la dificil relación que sostuvo con sus padres, con su marido... nos iremos enterando de muchas cosas.

El libro pretende ser un fiel reflejo del mundo interior de Edna, del desorden de su mente embotada y de sus pensamientos más diversos. No hay capítulos, no hay tampoco párrafos delimitadores... solo un texto continuo donde la temática va brincando y saltando del pasado al presente de forma caprichosa. Edna comienza hablando de algo para cambiar de tema y luego volver a lo ya escrito, la exposición de sus pensamientos es un caos, pero un caos hipnótico tengo que decir. Los puntos en los que estos párrafos se cortan son aquellos en los que Edna abandona sus sesiones de escritura, en ocasiones estos espacios en blanco reflejan pausas de varios días.

Alguna crítica he visto en Internet sobre lo empalagoso y arduo de la lectura de este libro; personalmente no comparto esa idea, para mí ha sido imposible soltar este libro una vez comenzado. Sam nos demuestra aquí, al menos bajo mi punto de vista, que un buen narrador puede capturar la atención del lector y convertir un texto en una obra fascinante incluso con los temas más banales. Porque precisamente si algo abunda en los pensamientos de Edna son las banalidades. Al menos en lo que se refiere a su vida actual ¿cómo podría ser de otro modo? ... el hecho de que no le ocurra nada interesante y pase los días sumida en una rutina y un sopor continuo no le impide expresar lo que le ocurre o lo que siente. Edna posee todavía una especie de resto, de rescoldo, de un pasado talento y buena educación que ahora vuelve a sacar del armario junto con la máquina y poner a punto.

Iremos poco a poco a través de la lectura desentrañando los enigmas de su existencia, el como ha llegado a la situación actual, y nos llevaremos más de una sorpresa. En ocasiones su relato resultará conmovedor, patético incluso, otras irritante... Edna no es la persona que desearíamos tener como vecina, su incapacidad para comunicarse con los demás y su excentricidad se irá haciendo más y más patente conforme avanza el relato. De entre esa miriada de pensamientos, de banalidades, de la rutina de una historia que se limita a exponernos la vida cotidiana de una anciana encerrada en su piso que pasa una parte del día escribiendo, escribiendo sobre hojas sin numerar que va arrojando al suelo, y sobre todo lo que pasa por su cabeza y sobre comentarios de cosas que ya ha escrito... de ese aparente maremagnum insustancial vamos extrayendo las ideas del autor sobre lo relativo del éxito, sobre la importancia de disfrutar de la vida cuando se puede, reflexiones sobre el oficio de escribir... 

Edna ha tenido una vida que podría parecer interesante para muchas personas, sin embargo lo más patente de sus pensamientos es no ya la idea de una pérdida... sino de no recordar ya siquiera la esperanza. En su vida no es que haya dolor... es que ya ni siquiera sabe ya el origen del mismo. De nuevo Sam nos ofrece un personaje al borde de un abismo del que ni él mismo es consciente.



"No rocié todo el cristal: tras humedecer una zona más o menos del tamaño de mi cabeza, paré y me puse a frotar con la manga. El resultado fue un redondel ligeramente más limpio que el resto de la ventana. Mirando por él como por un ojo de buey, vi que la mayor parte de la suciedad estaba del otro lado del cristal. Lo de dentro parece huellas de dedos y de palmas de la mano, más que ninguna otra cosa, y ello por la costumbre que tengo de apoyar ambas manos en el cristal cuando miro por la ventana. Escribo esto y me viene una imagen de mí misma desde fuera, como me vería alguien parado allá abajo, en la calle: una vieja mirando por una ventana, con los brazos levantados por encima de la cabeza, y las palmas apoyadas en el cristal."



Lo mejor: Sólo para los incondicionales de este escritor americano, para aquellos que disfrutaron con sus anteriores dos novelas, el resto mejor abstenerse. Aquí tenemos Sam Savage en su quintaesencia... humor negro, una situación dramática, personajes que son profundamente humanos en su atolondrada lucha con la realidad, que una vez fueron y que ahora son menos que nada... pesimismo, sentimiento de pérdida y melancolía entremezclados con una indomable voluntad de vivir. La forma va unida al fondo y tiene un porqué... no es una lectura fácil en ocasiones aunque la prosa fluya magníficamente y nos encontremos devorando páginas sin darnos cuenta. He disfrutado con su lectura aunque reconozco que no es un libro que se pueda recomendar alegremente a todo el mundo.

Lo peor: En esta novela al igual que la anterior, estructurada en torno a los escritos de unos meses, Sam juega con la estructura... para mí es un acierto aunque habrá lectores que simplemente al hojear la misma se sientan mareados. El típico pesimismo de Sam, ese sentido de profunda melancolía, a veces mostrado crudamente, otras simplemente sugerido, impregna la obra de comienzo a fin. La historia en sí es un sinsentido, como el ejercicio que hace la rata Nigel en su rueda, uno de los personajes, en su jaula. Al igual que la rata, Edna gira sobre sí misma incapaz de hacer otra cosa... arrastrando en sus giros al lector. Hay que dejarse llevar y poner el piloto automático, tener paciencia y disfrutar de esa improvisación al piano, más bien al teclado de una vieja máquina, que es este libro... y eso no es un bocado apetecible para todos los paladares. También tengo la impresión de que Sam podía haberse esforzado más, ni esta novela ni la anterior alcanzan la brillantez de Firmín, vamos ni de lejos, aunque no pueda decir que no me han gustado.


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