"Me he hecho un café y lo he puesto junto a
la máquina de escribir. La superficie del café vibra cada vez que
le doy a una tecla, y la luz del sol, reflejándose en el líquido
tembloroso, dibuja ondas en el techo, como el agua cuando tiramos en
ella una piedra"
Ficha: "Cristal", autor Sam
Savage, Editorial Seix Barral, 237 páginas, ISBN: 978 843 22100 51
Sam Savage es un escritor de lo más peculiar, posee
un estilo propio, un gusto por las situaciones dramáticas teñidas
de humor negro y sobre todo por unos personajes bastante
singulares... perdedores totales y absolutos que en sus obras se
convierten en narradores de su peculiar mundo. Novelas donde no
ocurre casi nada interesante, no hay aventuras, nada heróico, nada
de acción... solamente la visión interior de unos personajes
herméticos y encerrados en su mundo.
En el caso de Firmín,
indudablemente su obra maestra, es una situación forzada ya que
estamos hablando de una fábula sobre una rata que se "humaniza"
a través de la lectura pero que nunca deja de ser un animal... y por
lo tanto no puede comunicarse con los seres humanos, aunque sienta y
piense como un humano, hasta cierto punto, en cuerpo de rata.
En el caso de Andrew
Whittaker, se trata de un hombre sumido en la ruina personal y
económica que se niega a ver de forma objetiva, luchando contra
viento y marea de forma necia contra la realidad que se obstina en
ignorar refugiándose en la escritura como el símil del avestruz que
esconde la cabeza en la arena... Aquí tenemos a un personaje, Edna,
que en algunos aspectos me parece el reverso de Andrew Whitaker.
Edna es una viuda que vive sola, aislada del mundo
que le rodea, lleva más de una década viviendo en un pequeño piso,
cada vez más sola si, pero es una soledad y aislamiento elegidos
libremente, Edna no hace el menor esfuerzo por salir del círculo
vicioso donde se encuentra... o tal vez no puede. El monstruo de la
depresión la ha golpeado con dureza y conforme va cumpliendo años
su mundo se va estrechando de forma inexorable. Un día recibe una
carta de la editorial donde su marido publicó un libro de cierto
éxito, van a reeditar el mismo y le piden que les escriba un prólogo
breve donde hable de su marido. Ella tras pensar en rechazarlo accede
finalmente, aunque no será un prólogo breve, el resultado de su
labor de escritura es este libro.
Edna rescata una vieja máquina de escribir del armario
donde la tenía guardada y comienza a "darle a la tecla",
expresión que veremos repetida una y otra vez... en esta suerte de engendro de prólogo, no puedo calificarlo de otra forma, nos hablará
de su relación y su vida con Clarence, su marido, pero también de
muchas otras cosas. De su infancia, de su pasado reciente, de sus
vivencias cotidianas, de la dificil relación que sostuvo con sus
padres, con su marido... nos iremos enterando de muchas cosas.
El libro pretende ser un fiel reflejo del mundo
interior de Edna, del desorden de su mente embotada y de sus
pensamientos más diversos. No hay capítulos, no hay tampoco
párrafos delimitadores... solo un texto continuo donde la temática
va brincando y saltando del pasado al presente de forma caprichosa.
Edna comienza hablando de algo para cambiar de tema y luego volver a
lo ya escrito, la exposición de sus pensamientos es un caos, pero un
caos hipnótico tengo que decir. Los puntos en los que estos párrafos
se cortan son aquellos en los que Edna abandona sus sesiones de
escritura, en ocasiones estos espacios en blanco reflejan pausas de
varios días.
Alguna crítica he visto en Internet sobre lo empalagoso y arduo
de la lectura de este libro; personalmente no comparto esa idea, para
mí ha sido imposible soltar este libro una vez comenzado. Sam nos
demuestra aquí, al menos bajo mi punto de vista, que un buen
narrador puede capturar la atención del lector y convertir un texto
en una obra fascinante incluso con los temas más banales. Porque
precisamente si algo abunda en los pensamientos de Edna son las
banalidades. Al menos en lo que se refiere a su vida actual ¿cómo
podría ser de otro modo? ... el hecho de que no le ocurra nada
interesante y pase los días sumida en una rutina y un sopor continuo
no le impide expresar lo que le ocurre o lo que siente. Edna posee
todavía una especie de resto, de rescoldo, de un pasado talento y
buena educación que ahora vuelve a sacar del armario junto con la
máquina y poner a punto.
Iremos poco a poco a través de la lectura
desentrañando los enigmas de su existencia, el como ha llegado a la
situación actual, y nos llevaremos más de una sorpresa. En
ocasiones su relato resultará conmovedor, patético incluso, otras
irritante... Edna no es la persona que desearíamos tener como
vecina, su incapacidad para comunicarse con los demás y su
excentricidad se irá haciendo más y más patente conforme avanza el
relato. De entre esa miriada de pensamientos, de banalidades, de la
rutina de una historia que se limita a exponernos la vida cotidiana
de una anciana encerrada en su piso que pasa una parte del día
escribiendo, escribiendo sobre hojas sin numerar que va arrojando al
suelo, y sobre todo lo que pasa por su cabeza y sobre comentarios de
cosas que ya ha escrito... de ese aparente maremagnum insustancial
vamos extrayendo las ideas del autor sobre lo relativo del éxito,
sobre la importancia de disfrutar de la vida cuando se puede,
reflexiones sobre el oficio de escribir...
Edna ha tenido una vida que podría parecer
interesante para muchas personas, sin embargo lo más patente de sus
pensamientos es no ya la idea de una pérdida... sino de no recordar
ya siquiera la esperanza. En su vida no es que haya dolor... es que
ya ni siquiera sabe ya el origen del mismo. De nuevo Sam nos ofrece
un personaje al borde de un abismo del que ni él mismo es
consciente.
"No rocié todo el cristal:
tras humedecer una zona más o menos del tamaño de mi cabeza, paré
y me puse a frotar con la manga. El resultado fue un redondel
ligeramente más limpio que el resto de la ventana. Mirando por él
como por un ojo de buey, vi que la mayor parte de la suciedad estaba
del otro lado del cristal. Lo de dentro parece huellas de dedos y de
palmas de la mano, más que ninguna otra cosa, y ello por la
costumbre que tengo de apoyar ambas manos en el cristal cuando miro
por la ventana. Escribo esto y me viene una imagen de mí misma desde
fuera, como me vería alguien parado allá abajo, en la calle: una
vieja mirando por una ventana, con los brazos levantados por encima
de la cabeza, y las palmas apoyadas en el cristal."
Lo mejor: Sólo para los incondicionales de
este escritor americano, para aquellos que disfrutaron con sus
anteriores dos novelas, el resto mejor abstenerse. Aquí tenemos Sam
Savage en su quintaesencia... humor negro, una situación dramática,
personajes que son profundamente humanos en su atolondrada lucha con
la realidad, que una vez fueron y que ahora son menos que nada...
pesimismo, sentimiento de pérdida y melancolía entremezclados con
una indomable voluntad de vivir. La forma va unida al fondo y tiene
un porqué... no es una lectura fácil en ocasiones aunque la prosa
fluya magníficamente y nos encontremos devorando páginas sin darnos
cuenta. He disfrutado con su lectura aunque reconozco que no es un
libro que se pueda recomendar alegremente a todo el mundo.
Lo peor: En esta novela al igual que la
anterior, estructurada en torno a los escritos de unos meses, Sam
juega con la estructura... para mí es un acierto aunque habrá
lectores que simplemente al hojear la misma se sientan mareados. El
típico pesimismo de Sam, ese sentido de profunda melancolía, a
veces mostrado crudamente, otras simplemente sugerido, impregna la
obra de comienzo a fin. La historia en sí es un sinsentido, como el
ejercicio que hace la rata Nigel en su rueda, uno de los personajes,
en su jaula. Al igual que la rata, Edna gira sobre sí misma incapaz
de hacer otra cosa... arrastrando en sus giros al lector. Hay que
dejarse llevar y poner el piloto automático, tener paciencia y
disfrutar de esa improvisación al piano, más bien al teclado de una
vieja máquina, que es este libro... y eso no es un bocado apetecible
para todos los paladares. También tengo la impresión de que Sam podía haberse esforzado más, ni esta novela ni la anterior alcanzan la brillantez de Firmín, vamos ni de lejos, aunque no pueda decir que no me han gustado.
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