Ficha: "Arrancad las semillas, fusilad a los niños", autor Kenzaburo Oé, editorial Anagrama, 176 páginas, ISBN: 9788433908926
Mientras la última obra de Haruki Murakami descansa en mi librería virtual esperando ser leida un día de estos me apetecía conocer la obra de otro escritor japonés, elegí esta novela de Kenzaburo Oé, premio Nobel de literatura en 1.994 y máximo representante vivo de las letras niponas, con el permiso de mi adorado Murakami.
Publicada en 1.958 en su país y en una fecha tan tardía como 1.999 en España de la mano de la editorial Anagrama, una buena muestra de lo poco conocida y despreciada literatura japonesa en nuestro país... hizo falta que a su autor le concediesen un premio Nobel para que su obra atrajera la atención de las editoriales, afortunadamente tras el éxito de Murakami y otros es previsible que se vayan publicando más y más títulos.
Esta relativamente breve novela nos narra las vicisitudes de quince chicos de un reformatorio japonés que a finales de la segunda guerra mundial son evacuados del reformatorio donde viven una cruel y dura existencia para preservar su vida de los bombardeos de los aliados, serán trasladados a un pueblo aislado en las montañas y allí permaneceran un tiempo solos, ya que justo antes de llegar se ha desatado una epidemia y los aldeanos los abandonan a su suerte dejándoles la salida del valle donde se ubica el pueblo bloqueada.
El narrador, uno de los chicos del que nunca llegaremos a saber su nombre, nos relata la historia en primera persona desde su perspectiva y mentalidad de niño, una historia donde se mezclan a partes iguales imágenes poéticas con la más cruel realidad, lirismo y violencia se entremezclan de tal forma en el relato de Kenzaburo que nunca estamos seguros cuando comienza una y termina la otra. Seres frágiles, incluso hasta cierto punto inocentes, dejados a la intemperie en un mundo hostil y desolador que apenas deja lugar para la esperanza. Es un relato duro y crudo en el que nunca sabes lo que te vas a encontrar a cada momento y aunque desde el principio golpea al lector deja cierto lugar para la incertidumbre o la esperanza., yendo progresivamente a peor. Los chicos vivirán seguramente en el pueblo el único momento de felicidad de sus vidas, encerrados pero al mismo tiempo libres sin la presencia de unos adultos hostiles, inmisericordes y crueles.
No he podido evitar acordarme de aquella conocida novela leida hace tantos años "El señor de las moscas" ... no se si su autor leyó la de Kenzaburo, posiblemente no porque comparada con esta aquella se me asemeja un cuento de hadas.
Mientras la última obra de Haruki Murakami descansa en mi librería virtual esperando ser leida un día de estos me apetecía conocer la obra de otro escritor japonés, elegí esta novela de Kenzaburo Oé, premio Nobel de literatura en 1.994 y máximo representante vivo de las letras niponas, con el permiso de mi adorado Murakami.
Publicada en 1.958 en su país y en una fecha tan tardía como 1.999 en España de la mano de la editorial Anagrama, una buena muestra de lo poco conocida y despreciada literatura japonesa en nuestro país... hizo falta que a su autor le concediesen un premio Nobel para que su obra atrajera la atención de las editoriales, afortunadamente tras el éxito de Murakami y otros es previsible que se vayan publicando más y más títulos.
Esta relativamente breve novela nos narra las vicisitudes de quince chicos de un reformatorio japonés que a finales de la segunda guerra mundial son evacuados del reformatorio donde viven una cruel y dura existencia para preservar su vida de los bombardeos de los aliados, serán trasladados a un pueblo aislado en las montañas y allí permaneceran un tiempo solos, ya que justo antes de llegar se ha desatado una epidemia y los aldeanos los abandonan a su suerte dejándoles la salida del valle donde se ubica el pueblo bloqueada.
El narrador, uno de los chicos del que nunca llegaremos a saber su nombre, nos relata la historia en primera persona desde su perspectiva y mentalidad de niño, una historia donde se mezclan a partes iguales imágenes poéticas con la más cruel realidad, lirismo y violencia se entremezclan de tal forma en el relato de Kenzaburo que nunca estamos seguros cuando comienza una y termina la otra. Seres frágiles, incluso hasta cierto punto inocentes, dejados a la intemperie en un mundo hostil y desolador que apenas deja lugar para la esperanza. Es un relato duro y crudo en el que nunca sabes lo que te vas a encontrar a cada momento y aunque desde el principio golpea al lector deja cierto lugar para la incertidumbre o la esperanza., yendo progresivamente a peor. Los chicos vivirán seguramente en el pueblo el único momento de felicidad de sus vidas, encerrados pero al mismo tiempo libres sin la presencia de unos adultos hostiles, inmisericordes y crueles.
No he podido evitar acordarme de aquella conocida novela leida hace tantos años "El señor de las moscas" ... no se si su autor leyó la de Kenzaburo, posiblemente no porque comparada con esta aquella se me asemeja un cuento de hadas.
"En realidad, estábamos habituados a toda clase de tropelías. Lo único que podíamos hacer era tratar de sobrevivir, obligados como estábamos a contorsionar nuestros cuerpos y nuestras mentes para amoldarnos a las mil jugarretas sucias que el destino nos hacía cada día. Ser golpeados y caer al suelo bañados en sangre era algo habitual, y aquellos de nuestros compañeros a quienes les había tocado cuidar de los perros policía durante un mes escribían obscenidades en suelos y paredes con sus jóvenes dedos deformados por los tremendos mordiscos que les daban los hambrientos canes cuando los alimentaban cada mañana."
Pero también hay espacio para el lirismo porque si nó el relato se antojaría simplemente insoportable y demasiado duro de leer:
"Gritando y agitando los brazos, cubiertos de fango maloliente y pegajoso, bajamos corriendo al arroyo que corría por el fondo del valle. Había numerosas piedras, cubiertas de una suave capa de musgo marchito, por entre las que corría el agua, fría y clara. Al meter las manos en ella, su frialdad hizo que un dolor agudo nos recorriera todo el cuerpo. Pero al frotarnos los dedos, enrojecidos, hinchados y entumecidos por el frío, aparecieron entre ellos unos arcos iris diminutos y efímeros, y los destellos del sol en el agua nos hicieron prorrumpir en alegres risas. "
Y es que en medio de tanta tragedia y tanta falta de amor y compasión serán los niños protagonistas del relato, un hatajo de golfillos y rateros descarados e insolentes los únicos seres decentes y honrados, ya que los adultos parecen haber perdido del todo su humanidad. No faltarán los momentos de alegría, demasiado breves en medio de la tragedia, que hacen de la lectura de esta novela tan breve como impactante una experiencia dificil de olvidar... absolutamente recomendable.
Lo mejor: El tremendo constraste entre una durísima realidad y la inocencia y la candidez de la niñez con su mundo de ilusiones y alegría, los bellos paisajes e imágenes de la campiña y bosques japoneses mezclados con la sordidez de la crueldad humana y la onmipresencia de la muerte, el lado más duro e inseparable de la vida. Me ha encantado la fuerza de sus imágenes y la sencillez del relato, a la par de la simplicidad de la mentalidad del narrador... y su descarnado final, toda una alegoría del destino de aquellos que no se venden y son honestos en un mundo que no lo es.
Lo peor: Su realismo descarnado y su dureza, almas sensibles abstenerse, buena sesión de "mal rollo" garantizada.
Lo peor: Su realismo descarnado y su dureza, almas sensibles abstenerse, buena sesión de "mal rollo" garantizada.
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