miércoles, 24 de mayo de 2017

De qué hablo cuando hablo de escribir


"La confusión habita en el corazón de todos. También en el mío, por supuesto. La confusión no se puede sacar a la luz. No es algo de lo que alardear. Si uno quiere enfrentarse a ella, no tiene más remedio que descender en silencio hasta las profundidades de su conciencia. Aquello a lo que debemos enfrentarnos, lo que merece la pena de verdad, solo existe ahí, oculto bajo nuestros pies.

Verbalizar esos procesos íntimos y hacerlo de una manera fiel y honrada exige concentración, silencio, una persistencia inagotable y una conciencia sistematizada, al menos hasta cierto punto. Y para mantener todas esas cualidades resulta imprescindible la capacidad física. Quizá sea una conclusión poco llamativa, prosaica, pero resume el núcleo fundamental del modo que tengo de pensar en mí como escritor. Aunque me critiquen, aunque me alaben, si me tiran tomates podridos o me ofrecen preciosos ramos de flores, solo puedo escribir de esa manera, solo puedo vivir así"



Ficha: "De qué hablo cuando hablo de escribir", Haruki Murakami, editorial Tusquets, 304 páginas, ISBN: 978 849 0663 998

































A veces me he preguntado qué es lo que me atrae de la obra de Haruki Murakami, no se si se trata de un supuesto “exotismo” al ser un autor japonés, la sencillez y la claridad con la que escribe, o ese elemento extraño que suele presidir su narrativa y que se filtra a través de los acontecimientos y situaciones más banales, o quizás, su inimitable descripción de la soledad del hombre moderno. No lo sé realmente, lo cierto es que también me gusta leerle cuando deja a un lado el terreno de la ficción y se pone a escribir ensayos.

Este que comento aquí es el segundo que leo con su firma, hace años ya leí y comenté el ensayo que escribió sobre su afición a correr. Evidentemente el carácter de sus escritos de no ficción es diferente al de su narrativa… pero algo hay que me recuerda a la misma, el mismo estilo seco y simple que la preside y que podría ser tildado por algunos de defecto en lo relativo a sus novelas, en el caso de los ensayos se convierte en un acierto sin el menor género de duda. Demuestra además con este en concreto que se puede decir mucho, incluso ir más allá de lo que muestran las palabras, incluso en el terreno de la no ficción.

Ambigüedad y contradicción, es lo primero que me viene a la mente cuando tengo que evaluar esta obra sobre la creación artística literaria. Murakami por un lado no deja de puntualizar y dejar claro que solamente muestra sus opiniones, a veces no parece estar seguro de casi nada y deja a propósito espacio para la duda de todo cuanto opina… y a la vez no deja de recordarnos que es un escritor de éxito que se dedica a ese trabajo desde hace más de treinta y cinco años, es decir, Murakami nos deja claro que todo es una opinión personal, pero a la vez fundamentada en una dilatada experiencia coronada además por un éxito incuestionable ¿falsa modestia?, probablemente. 

El escritor japonés por otra parte quiere darnos a entender que el ingrediente principal, según su opinión, del talento de escribir está mucho más fundamentado en un carácter especial que en una inteligencia notable… y se pone de nuevo como ejemplo. Elude como puede la actitud de alguien que “sienta cátedra” sobre un determinado asunto, pero no por ello deja de recordarnos que su opinión no es la de un cualquiera, algo con lo que estoy completamente de acuerdo por supuesto.


Los ingredientes humanos, a su juicio, que ha de tener un escritor que pretenda extender en el tiempo su actividad y optar al éxito son más que una notable inteligencia o un talento especial, la auto disciplina, el tesón, la confianza en sí mismo, y sobre todo la capacidad de trabajo, cualidades todas ellas más importantes que una supuesta genialidad o inspiración. Es decir con esas cualidades humanas, válidas también para otras muchas cosas, tenemos ya más del 50% de lo esencial. Evidentemente hay también que partir de la base de que uno sea primero y antes que nada un ávido lector y que le guste la actividad de escribir. Pero que vamos, que en su opinión a poco que cualquiera se lo proponga es relativamente sencillo escribir algo decente, bueno incluso… otra cosa es el factor suerte que no depende ya de uno y mantener la insistencia y el afán de escribir a lo largo del tiempo. Como su afición a las carreras de fondo el escribir es fundamentalmente, así lo entiende él, una actividad de resistencia y disciplina.


Otra de las incongruencias que encontré en el libro es su manifiesto desprecio por los premios, en dos ocasiones optó al más importante de las letras japonesas sin éxito y no tiene reparos en decirnos una y otra vez que le daba igual ganarlo que no. Sin embargo también reconoce que el haber ganado el premio al mejor autor novel con su primera novela fue todo un acicate que le animó a seguir escribiendo ¿en qué quedamos?... seguramente tras ese primer éxito, completamente inesperado, y el posterior de su novela “Tokio Blues” en cuanto a ventas, su carrera como escritor se vio desligada completamente de la necesidad de obtener premio alguno, aunque cada año ya como tradición su nombre suene relacionado con la posible concesión del Nobel de Literatura. Evidentemente el haber sido traducido a cincuenta idiomas y el haber vendido millones de ejemplares le pone en la situación de no necesitar ya el prestigio de ningún premio, pero no fue siempre así.

Algo que sí reconoce que debe poseer un escritor, aunque en mi opinión creo que solamente abarca a aquellos que escriben ficción, y en un estilo parecido al suyo, es una visión peculiar de las cosas, una atención al detalle y a captar elementos, de la vida cotidiana inclusive, que solemos pasar por alto. Una especial sensibilidad y cierta habilidad para conseguir aprovechar la misma a la hora de escribir, de ser capaz de transmitir cierta sensación a tus lectores… en fin, si eso no es inteligencia, aunque sea de un tipo especial, no sé que es. De modo que bueno, no me he tragado esa pose de escritor de éxito que viene a decir “en realidad casi cualquiera podría hacerlo si se lo propusiera”… de hecho creo que es una impresión falsa. Otro dato que le desmiente es su propia rutina y sistema de trabajo.

Pintura al óleo.
Hace cosa de un año en uno de esos cursos que se imparten de forma gratuita por la red leí que había básicamente cuatro técnicas de escritura, una de ellas, la técnica de la “pintura al óleo” concuerda perfectamente con la forma de trabajar de Murakami: primero se escribe de principio a fin toda la novela, una especie de borrador donde lo importante es producir material en bruto, sin pararse a corregir nada, dejando que la historia brote de forma intuitiva y fluida, y que sea el propio relato el que de pistas al escritor del curso que han de llevar los acontecimientos descritos en la propia obra, el carácter de los personajes, todo… para posteriormente afrontar, una vez terminada la redacción, una serie de revisiones a fondo donde se puede poner patas arriba prácticamente todo. 

Esa es la forma de escribir novelas de Murakami, periodos de incesante escritura en los que de forma disciplinada se sienta cada día varias horas y produce una media de diez páginas, y periodos de descanso seguidos de fases no menos intensas de corrección. Ese trabajo metódico, ordenado, donde el periodo de revisión, corrección y reescritura puede ocupar el mismo tiempo, o más, que el de escritura propiamente dicho. Hay algo en su estilo que nos dice que todo esto es cierto… alguien dijo una vez que “no había nada más laborioso que preparar una improvisación”. La frase concuerda a la perfección con un estilo aparentemente simple, donde muchas veces no parece sobrar ni faltar nada, y donde me he encontrado muchas veces con la sensación de que parece demasiado “sencillo”… vamos que me recuerda a esas casas donde uno va de visita  se sorprende del orden y la limpieza, digna de un quirófano, y donde no falta una habitación cerrada a los visitantes donde se acumulan todos los enredos y la porquería. Pura apariencia que esconde una labor intensa previa para dar la imagen de improvisación y naturalidad que pretende.

Otra de las claves de su estilo, aparte de una revisión minuciosa tratando de conseguir un efecto simple y fluido, es su afición, y dedicación en los comienzos de su carrera, a las traducciones. Nos cuenta como reescribió desde cero su primera novela cuando la tradujo del japonés al inglés… una forma curiosa de trabajar, pero que casa perfectamente con su estilo. La elección de vocabulario simple, frases cortas, situaciones familiares… son típicas de su forma de escribir, es como si desde el primer momento en que escribe el original en japonés estuviera ya pensando en la traducción al inglés, evitando escribir nada directamente que él mismo no fuese capaz de expresar en ese idioma. Desde sus inicios descubrió que se podían decir las mismas cosas, y que la simplicidad podía apuntar tan bien, o mejor incluso, a aquello que resulta en la práctica imposible de decir y que solamente se puede sugerir o insinuar. Ese esfuerzo por expresar lo inefable y causar una sensación extraña en el lector se adapta como un guante a su estilo.


El ensayo no es una apología de su obra, Murakami es consciente de que el mismo va a ser leído fundamentalmente por gente que ya lee sus novelas, de ahí que no considere necesario venderse, el formato escogido es el de una colección de conferencias, de hecho durante su lectura casi podía imaginarle hablando desde una tribuna, es un texto que perfectamente serviría para ello y que usa recursos de la lengua hablada, pareciendo una transcripción de una serie de conferencias. Un truco que le sale muy bien. Vamos a verle expresar su opinión en numerosos asuntos relativos a lo que significa escribir novelas pero también a otros no tan relacionados directamente con la escritura, como por ejemplo a sus comienzos, datos autobiográficos, a su organización del espacio y el tiempo, a lo que significó salir de su país para intentar promocionar su obra en los EEUU, a la siempre difícil relación con la crítica oficial, a la construcción de personajes y la relación de los mismos con la vida real, a sus rutinas diarias, a sus pasadas experiencias con el sistema educativo japonés, al hecho de que casi siempre nos muestra personajes masculinos y la diferencia a la hora de elaborar personajes femeninos, a su insistencia en protagonistas de una edad que él ya hace mucho que sobrepasó... al público al que van dirigidas sus historias, cien detalles que en definitiva van a encantar y cautivar a sus lectores habituales y que probablemente serán indiferentes a otro tipo de lectores. Es un ensayo peculiar, diferente, "made in Murakami" al 100%. Me ha encantado y al igual que me pasó con el otro señalado, apenas lo terminé me entraron ganas de volver al comienzo y volver a leerlo. 

No es su intención promover su profesión entre sus lectores, pero lo cierto es que consigue transmitir su pasión por la escritura y apenas uno lo lee se queda pensando, al menos a mí me pasó, "¿por qué no intentarlo?" ;-)


Lo mejor: Otro ejemplo del buen hacer del escritor japonés en su labor de ensayista. Ameno, interesante, muy recomendable para todos aquellos que disfrutan con su obra. Aviso que más de uno se va a animar a seguir su ejemplo y ponerse a escribir, tal y como imagino que algún otro hace tiempo se calzó unas zapatillas y se lanzó a salir a correr cada mañana.

Lo peor: La mayor parte de lo que nos dice no tiene demasiado interés, no nos descubre precisamente la rueda, aunque desde luego sí que habrá algunas notas sorprendentes a lo largo de la obra. Me da la impresión de que calla mucho más de lo que cuenta y que podía haberse extendido más en algunos detalles sobre la confección de algunas de sus obras que sus seguidores hubiésemos apreciado. Naturalmente para todos aquellos que no han leído nada de Murakami, o que simplemente lo detestan, bien poco van a sacar de este libro.




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