lunes, 20 de noviembre de 2017

Nostalgia

"A través de las amplias cúpulas de las ramas se abrían ojos de cielo azul. De allí parecían brotar los silbidos de los pájaros que abolían el silencio... Por los cientos de senderos que atravesaban el bosque infinito se escurrían los erizos y correteaban las comadrejas. En los calveros, las ortigas y las campanillas violetas y el aro daban sombra al bullicio caótico de los zapateros. El bosque me parecía a mí, una niña perdida por sus senderos, la única realidad posible. Ya no recordaba nada más. Y tampoco lamentaba estar perdida. Encantada con el color de las mariposas, con el sabor de las frambuesas que me habían embadurnado la cara, avanzaba feliz, saltando, tumbándome para beber el agua ligera de una fuente cristalina. Aquel era mi mundo y deseaba no tener que abandonarlo jamás. Bajo una hoja manchada de barro encontré un caracol con el caparazón roto. Entre los árboles, una araña extendía su tela llena de gotas de rocío. Una rama seca me arañó el brazo desnudo. No buscaba una salida, los caminos no eran caminos hacia algo, hacia otro sitio, sino la pura alegría de caminar a través de un Milagro".


Ficha: "Nostalgia", Mircea Cârtârescu, editorial Impedimenta, 375, ISBN: 978 84 151 30 307

Sigo con mis lecturas del escritor rumano, mi último hallazgo como lector y el único autor de ficción que me apetece actualmente leer, de hecho voy a seguir explotando el filón recién descubierto y van a seguir en este blog comentarios a obras del mismo hasta que me sature.

Aquí ya tenemos un "plato fuerte", realmente fuerte, si en mi anterior comentario "El ojo castaño de nuestro amor", me había encontrado con un articulista y escritor de relatos sorprendente, aquí hay que elevar todo lo dicho respecto a sus obras puramente de ficción, esos maravillosos relatos recogidos en esa antología, a la enésima potencia. 

"Nostalgia" es eso, una recopilación de sus primeros relatos publicados por primera vez en 1.989, cuando agonizaba el régimen de Ceausescu, y reeditados posteriormente, ya en versión íntegra y sin censurar, a comienzos de los noventa. Para entonces aunque el escritor rumano era ya considerado el poeta más importante de su generación, iban a ser sus relatos los que le diesen el espaldarazo definitivo y el reconocimiento unánime de crítica y público. Desde entonces no ha dejado de compaginar prosa y poesía, quedando esta última, al menos aparentemente, a un segundo plano... y digo "aparentemente" porque en su ficción en prosa es imposible no ver la profunda huella de un escritor que se ha sentido y seguramente se siente ante todo poeta.

Seis relatos, en una magnífica edición que Impedimenta publicó en 2.012 y que permanecían en el olvido, ya que fueron primeramente publicados bajo otra editorial, creo que Seix Barral, con una traducción diferente. Afortunadamente fueron rescatados hace pocos años y "revividos" gracias a la traducción, en verdad sobresaliente, de Marian Ochoa de Eribe, una traductora que seguramente va a ver ligado su curriculum profesional para siempre al de Mircea Cârtârescu... personalmente espero que su colaboración dure mucho tiempo, porque si he disfrutado y me he maravillado del texto que comento hoy aquí, buena parte de la "culpa" la tiene Marian, si un buen autor puede ser destrozado por una mala traducción no me cabe duda que una traducción sobresaliente puede lanzarlo a la estratosfera literaria.

El título de la antología hace alusión a un sentimiento que vamos a ver en la mayoría de los relatos, al menos en los tres que  forman su cuerpo principal titulado expresamente de esa forma, el sentimiento de pérdida que experimentamos en la edad adulta al recordar nuestra niñez y la magia que la envolvía. Si como muy bien apunta Edmundo Paz Soldán, en su breve pero bonita introducción, "Para Cârtârescu, la infancia se convierte en un espacio mítico, el lugar por excelencia del sueño, de la libertad, de la creación. Crecer es, en cierta forma, morir.", tras su lectura no puedo estar más de acuerdo, ese sentimiento de pérdida por un mundo ya perdido e irrecuperable que se evoca sin cesar y que constituye un magro consuelo al que se le rinde un sentido homenaje... ese es el sentimiento que evoca esta antología de "Nostalgia".




El libro comienza con el relato titulado "El ruletista", primeramente publicado por separado en Impedimenta y luego incluido, de forma muy acertada en mi opinión, en este libro. ¿Qué puedo decir del mismo?, solo una frase bastaría... que es simplemente PERFECTO. Podría haber sido escrito cincuenta o cien años antes, esa es la sensación que tengo, y no perdería un ápice de frescura. La sensación de estar ante una acabada obra de arte, un clásico moderno que podría llevar perfectamente la firma de Borges, Kafka o Cortázar. Con una presentación semejante nos encontramos como lectores el listón a una altura que en principio parece excesiva... pues no, "El ruletista" es apenas un breve aperitivo de lo que sigue a continuación.

"El Mendébil" ya nos trae a un Cârtârescu pletórico, aquí ya lo que hasta ahora se había insinuado y no pasaba de un "andante" se transforma en una fanfarria multicolor, entra también el segundo tema que da cierta unidad, o semejanza, a todos los relatos incluidos en esta antología, la metaliteratura... o sea, la literatura que hace referencia a la literatura. Es un recurso viejo, pero que al escritor rumano no le da miedo emplear. Algo habíamos visto ya en el primer relato, aquí toma un mayor protagonismo, alguien que ha escrito el relato de un episodio de su infancia... y que ni siquiera sabe porqué lo ha hecho, y que cree que lo mejor que puede hacer tras escribirlo es tirarlo al cubo de la basura... ¿una declaración de principios?, es que con este escritor nunca se sabe. La infancia, su particular mundo, es el protagonista de "El Mendébil", en el patio en construcción cercano a unos bloques de edificios un grupo de niños juega y vive inmenso en su propio mundo, exteriormente gris, sórdido y feo, tal y como era la Bucarest horrorosa en la que Mircea se crió, pero que a través de su imaginación se convierte en un mundo fascinante. Un día llega un niño nuevo al bloque de edificios... es un niño raro, que tendrá un comportamiento que los mantendrá embelesados durante mucho tiempo... hasta que sucede lo que tiene que suceder, áuge y caída de una especie de engendro, un niño-adulto que no parece encajar en ninguno de ambos mundos. El relato es impresionante, y en ocasiones poco sencillo de leer, el imaginario gesto de estupor del lector de su obra es algo que seguramente satisface oscuramente a este autor :-).




Si ese sombrío relato de la niñez impresiona, no es nada con lo que viene a continuación... "Los gemelos" nos trae al mundo de la adolescencia y del primer amor... y lo hace de una forma sorprendente, enfermiza... es un relato donde el rumano ya dispara con artillería pesada, barroco, desbordante, sorprendente, poético... no hay epítetos en el diccionario para calificarle. Un relato desde diferentes puntos de vista, que no se sabe si son de la misma persona que evoluciona, o bien, de la otra protagonista del relato... se juega con la ambigüedad y la confusión, se comienza con los pensamientos de un hombre disfrazándose de mujer, luego salta en el tiempo a sus recuerdos de la infancia, luego la adolescencia y las primeras relaciones... hasta que encuentra a una fascinante mujer de la que se enamorará hasta extremos patéticos. Realidad en un Bucarest que existió tal cual... pero también donde hay mucho imaginado y soñado. Otros autores segregan con cierta claridad realidad, o pretendida realidad, con el mundo de la imaginación y los sueños... con Mircea C. eso no ocurre. Para él todo forma parte de lo mismo, y naturalmente arrastra al lector consigo. "Los gemelos" es un relato simplemente alucinante que contiene algunas de las imágenes más poderosas que nunca he visto relatadas por escrito... terminé exhausto.

El orden de los relatos de este libro no es casual, hay una especie de fantasía desbocada que va "in crescendo" y que tras la lectura de un relato te prepara psicológicamente para el siguiente... si el libro comienza con la perita en dulce de "El ruletista", el más asequible y clásico, te lleva a un extraño viaje de recuerdos y pesadillas en "El Mendébil", y explota en una inacabable fanfarria de colores en "Los gemelos", con "R.E.M." simplemente llegamos al paroxismo de la creatividad. Ese relato parece concentrar en sí todo los excesos de este inigualable autor. Si el anterior parecía sencillamente insuperable, difícil olvidar esa horripilante y grotesca escena en el museo de noche que merece un lugar de honor en la historia de la literatura entre otras muchas, cede su paso a una historia que desconcierta desde su mismo comienzo... ese salto de punto de vista de la narración, esos experimentos con  la misma, las imágenes poéticas y surrealistas, esa historia que sin perder nunca los tintes poéticos e imaginativos comienza de una forma banal y va, página a página, convirtiéndose poco a poco en lo que el autor de la introducción antes citado califica de "cuento de hadas alucinógeno". Aquí es cuando el tema de la "metaliteratura" toca techo y el narrador se entremezcla en la historia hasta el punto de formar otro elemento más... "REM" no es más que una historia de un personaje de ficción que no sabe que lo es y que emprende, sin saberlo, el camino hacia el dios que lo ha creado. A Cârtârescu le importa un bledo el hecho de que sus relatos sean tan increíbles, que no exista esa complicidad entre el lector y el narrador en la que el primero olvida que lo que está leyendo es una ficción... parece gritarnos "esto es una ficción, que te quede bien claro que no puede ser otra cosa ni lo pretende siquiera"... y lo curioso es que lejos de desanimarnos de su lectura le añade un "morbo" que no tendría de otra forma. No trata de vendernos la moto de que es algo imaginado o soñado solamente, no hay una separación típica en la que un narrador nos cuenta una historia con visos de realidad en la que se insertan sueños o pesadillas entre paréntesis... con este autor el mundo imaginario, la ficción, los recuerdos de hechos y de sueños que no sabemos si son nuestros o de otros está ahí presente, a veces en la misma frase donde se habla de lo más banal, todo mezclado por igual.

Tras el complejo desmadre de "REM" el libro termina con "El arquitecto", un relato en principio más banal, más sencillo y en línea con el que abre la antología... pero que poco a poco comienza a crecer a deformarse hasta lo grotesco y culmina de forma apoteósica... un digno broche final a una antología sencillamente memorable. El sentimiento que deja Mircea Cârtârescu tras de si es bien simple ¡quiero más! :-). Suscribo el comentario que sobre este autor hizo Fernándo Rodríguez Lafuente en el programa "La noche en 24 horas", cuando afirma que tras conocerle en persona tuvo la impresión de estar por primera vez en su vida en presencia de un auténtico escritor, y no solamente de alguien que escribe.

Lo mejor: Un escritor excepcional, un fuera de serie que inunda su prosa de un marcado sentido poético. Virtuoso, meticuloso, imaginativo hasta decir basta. Un escritor que por un lado parece estar contando siempre la misma historia, pero que lo hace con un nivel de riqueza y detalle tan sorprendente que le deja a uno desarmado. En mi opinión estamos sin duda alguna un escritor excepcional que tiene en esta antología "Nostalgia" una de las cumbres de su obra. Simplemente imprescindible, obra maestra. 

Lo peor: No es para todo tipo de lectores, a aquellos que gustan de las historias sencillas y simples donde uno conecta el "piloto automático" y devora páginas sin darse cuenta, mejor que escoja a otro autor más "normal" y no a a este con un estilo barroco y preciosista que invita a recrearse en la lectura; que invita a leer y releer una prosa densa y recargada que no parece la más adecuada para pasar el tiempo. Esa falta de apego a las habituales normas de la ficción desconcertarán también a más de uno... y también puede suceder, que termine uno con un soberano empacho de fantasía y escenas oníricas más propias de un cruce entre "Alicia en el País de las Maravillas" y "La Metamorfosis". Donde en otros autores, como Murakami, el elemento onírico es una ambientación suave y difuminada, en Cârtârescu cobra la delicadeza del abrazarostros de "alien"... el que avisa no es traidor ;-).


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