Ficha: "El arte de la contemplación", autor "Consuelo Martín Díaz", nº de páginas 220, editorial Ediciones Gaia, ISBN 978-84-8445-195-2.
Consuelo es como esos buenos vinos que mejoran con el tiempo, teniendo en mente algunas de sus obras escritas allá por la década de los noventa encuentro que cada vez le tiene mejor cogido el pulso a escribir sobre su tema favorito, por no decir sobre lo único que escribe, ensayos filosóficos entroncados en la tradición advaita o no-dualidad. Este es último publicado, y espero que no sea el último porque siempre es un placer leer sus obras.
El arte de la contemplación viene a incidir otra vez más de forma reiterativa y machacona en su objetivo, repetido habitualmente libro tras libro, que no es otro que la búsqueda de la Verdad, aquello que forma nuestra verdadera esencia como seres humanos y que queda habitualmente oculto tras el velo de los sentidos y del pensamiento, en este caso se utiliza la herramienta de la contemplación para ahondar en el secreto de nuestra existencia, más que revelar nada la autora va poco a poco desmontando una a una las falsedades sobre las que habitualmente construimos nuestra vida y la idea que tenemos del mundo y de nosotros mismos mostrándonos que otra visión de las cosas y del mundo que nos rodea es posible.
Consuelo fué hace muchos años seguidora y alumna de Krishnamurti, aquel filósofo hindú cuya máxima más conocida era "la verdad es una tierra sin caminos", fiel al espíritu de sus enseñanzas insiste una y otra vez en aquello que todas las tradiciones espirituales de oriente nos enseñan, la realidad no es tal y como la vemos, creemos que estamos despiertos pero en realidad vivimos sumidos en un sueño del que solo la atención plena al momento presente, la contemplación, puede sacarnos, invita pues a abandonar toda idea preconcebida, toda conceptualización, todo seguimiento de tal o cual doctrina religiosa o credo político de cualquier índole, inclusive el suyo naturalmente :-), y limitarnos a observar nuestra vida con ojos siempre nuevos con la mirada lúcida e inocente de un niño.
Y este mensaje tan simple y sencillo es desplegado de forma brillante a través de más de doscientas densísimas páginas en las cuales como siempre hace gala de un estilo simple y fluido sin concesión alguna, firme como una roca en sus convicciones procedentes de su experiencia personal, no solo de sus estudios, e implacable con todas las convenciones y asideros a los que solemos aferrarnos habitualmente para no ver la realidad tal cual es.
No es una lectura sencilla y da la sensación de que en vez de catorce capítulos lo podía haber resumido fácilmente todo en uno, e incluso que todas sus palabras están de más y simplemente habría que dejar de leer, cerrar el libro y limitarse a observar... pero bueno no tiene más remedio que usar la palabra escrita para comunicar sus ideas ¿como si no entonces?, es la paradoja, ella misma como todo buen maestro espiritual es consciente que solo puede marcar el camino, indicar la dirección y corresponde a los demás efectuar el recorrido sabiendo conscientemente que sus palabras no son la verdad pero que tal vez apunten a ella, como bien decía su maestro Jiddu Krishnamurti "quiero que alcanceis la iluminación a pesar de mí, no gracias a mí".
A base de su constante y reiterativo mensaje la autora trata de crear una fuerte impresión en el lector y de forma consciente al final termina volviendo siempre al punto original de partida... uno puede leer una obra como esta y al final preguntarse "bien, vale, todo esto está muy bien ¿y que?", la sensación es de no habernos movido en absoluto y de que todo cuanto se ha leido rápidamente cae en el olvido, y es que este libro, al igual que muchos ensayos filosóficos es simplemente una invitación a pensar y reflexionar y en este caso a contemplar la vida desde otra perspectiva, no hay que tomarlo como una receta o nota aclaratoria de nada, sino más bien como un estímulo, una guía para enfocar nuestra atención sobre aquello que realmente importa, que nadie espere bonitos proverbios o frases ingeniosas para el recuerdo.
Lo mejor. Una buena lectura reflexiva de gran profundidad, con la simple pero dificilísima pretensión de indicar el camino para una vida más plena y llena de lucidez, atacando el problema principal de la existencia humana, nuestra falsa sensación de separación con el resto del mundo, origen del sufrimiento.
Lo peor. La simplicidad y la profundidad de la filosofía del Advaita no es para cualquier lector, y no porque sea incomprensible o de dificil lectura sino porque ataca y dinamita demasiadas cosas que uno cree seguras... y desde luego no es agradable ver como desaparece el suelo bajo tus pies viendo de repente que no tienes ninguna base en la que apoyarte, lo cual llevará a más de uno que se atreva a hojear sus páginas a cerrar inmediatamente el libro y dejarlo en la estantería... la verdad suele escocer.
El arte de la contemplación viene a incidir otra vez más de forma reiterativa y machacona en su objetivo, repetido habitualmente libro tras libro, que no es otro que la búsqueda de la Verdad, aquello que forma nuestra verdadera esencia como seres humanos y que queda habitualmente oculto tras el velo de los sentidos y del pensamiento, en este caso se utiliza la herramienta de la contemplación para ahondar en el secreto de nuestra existencia, más que revelar nada la autora va poco a poco desmontando una a una las falsedades sobre las que habitualmente construimos nuestra vida y la idea que tenemos del mundo y de nosotros mismos mostrándonos que otra visión de las cosas y del mundo que nos rodea es posible.
Consuelo fué hace muchos años seguidora y alumna de Krishnamurti, aquel filósofo hindú cuya máxima más conocida era "la verdad es una tierra sin caminos", fiel al espíritu de sus enseñanzas insiste una y otra vez en aquello que todas las tradiciones espirituales de oriente nos enseñan, la realidad no es tal y como la vemos, creemos que estamos despiertos pero en realidad vivimos sumidos en un sueño del que solo la atención plena al momento presente, la contemplación, puede sacarnos, invita pues a abandonar toda idea preconcebida, toda conceptualización, todo seguimiento de tal o cual doctrina religiosa o credo político de cualquier índole, inclusive el suyo naturalmente :-), y limitarnos a observar nuestra vida con ojos siempre nuevos con la mirada lúcida e inocente de un niño.
Y este mensaje tan simple y sencillo es desplegado de forma brillante a través de más de doscientas densísimas páginas en las cuales como siempre hace gala de un estilo simple y fluido sin concesión alguna, firme como una roca en sus convicciones procedentes de su experiencia personal, no solo de sus estudios, e implacable con todas las convenciones y asideros a los que solemos aferrarnos habitualmente para no ver la realidad tal cual es.
No es una lectura sencilla y da la sensación de que en vez de catorce capítulos lo podía haber resumido fácilmente todo en uno, e incluso que todas sus palabras están de más y simplemente habría que dejar de leer, cerrar el libro y limitarse a observar... pero bueno no tiene más remedio que usar la palabra escrita para comunicar sus ideas ¿como si no entonces?, es la paradoja, ella misma como todo buen maestro espiritual es consciente que solo puede marcar el camino, indicar la dirección y corresponde a los demás efectuar el recorrido sabiendo conscientemente que sus palabras no son la verdad pero que tal vez apunten a ella, como bien decía su maestro Jiddu Krishnamurti "quiero que alcanceis la iluminación a pesar de mí, no gracias a mí".
A base de su constante y reiterativo mensaje la autora trata de crear una fuerte impresión en el lector y de forma consciente al final termina volviendo siempre al punto original de partida... uno puede leer una obra como esta y al final preguntarse "bien, vale, todo esto está muy bien ¿y que?", la sensación es de no habernos movido en absoluto y de que todo cuanto se ha leido rápidamente cae en el olvido, y es que este libro, al igual que muchos ensayos filosóficos es simplemente una invitación a pensar y reflexionar y en este caso a contemplar la vida desde otra perspectiva, no hay que tomarlo como una receta o nota aclaratoria de nada, sino más bien como un estímulo, una guía para enfocar nuestra atención sobre aquello que realmente importa, que nadie espere bonitos proverbios o frases ingeniosas para el recuerdo.
Lo mejor. Una buena lectura reflexiva de gran profundidad, con la simple pero dificilísima pretensión de indicar el camino para una vida más plena y llena de lucidez, atacando el problema principal de la existencia humana, nuestra falsa sensación de separación con el resto del mundo, origen del sufrimiento.
Lo peor. La simplicidad y la profundidad de la filosofía del Advaita no es para cualquier lector, y no porque sea incomprensible o de dificil lectura sino porque ataca y dinamita demasiadas cosas que uno cree seguras... y desde luego no es agradable ver como desaparece el suelo bajo tus pies viendo de repente que no tienes ninguna base en la que apoyarte, lo cual llevará a más de uno que se atreva a hojear sus páginas a cerrar inmediatamente el libro y dejarlo en la estantería... la verdad suele escocer.
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